Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

398 GERMAN LEGUIA Y ~lARTINEZ XII Recibió San Martín esta nota a s u regreso de Guayaquil, días después de reasumir el poder. Mal pudiera, por supuesto, insistir en una negociación que la tenacidad del jefe realista hacía de to– do punto inconveniente y ociosa, y que el Protector mismo no ha– bría ya de procurar y presidir, dada su firme determinación de resignar el poder. La inutilida d que para sus planes habían a s u vez revestido las conferencias acabadas de celebrar a las riberas del Guayas, tenía rectificados en su ánimo y hasta eliminados los rumbos que h asta entonces había impreso a las cosas. El Congre– so Constituyente del Perú iba a reunirse; resuelto estaba el prócer a abdicar ante el respetable cuerpo y hasta acariciaba en lo hon– do de su ser el propósito de hacer suelta y abandono eterno del teatro en que habíase prometido obtener tantos éxitos y glorias. Antes de dirigir su adiós a la patria peruana, cuyos des tinos, de– jaba inconsideradamente entregados, ya que no al acaso, a la in– cierta y tímida acción de voluntades inexpertas, privadas a un tiempo del prestigio envuelto en la suya, hasta ese día absorbente y monopolizadora; y, aunque se sintiese anteladamente desligado del peso de toda responsabilidad en lo referente a negocios que, días más tarde en nada habrían de incumbirle; creyó, no obstan– te, necesaria una réplica a los alardes de la orgullosa autoridad virreinaticia, e hizo que el nuevo Ministro de Estado, Dr. D. Fran– cisco Valdivieso, redactase la siguiente comunicación (10 de se– tiembre): "Excmo. Sr. Teniente general don José de La Serna.- Excmo. Sr.:- La felicidad del Perú, íntimamente unida a su independen– cia y libertad, es todo el objeto de mis cuidados y desvelos. Siem– pre miraré con dolor el que una guerra desoladora sea el medio de necesidad que se presenta para conseguirla; y, cuando el to– rrente de la opinión, las luces del siglo, la preponderancia conoci– da de América, y aun los votos de la misma España, no permiten dudar que ha triunfado ya la causa de los pueblos, parecía justo cesase contra el Perú todo acto de opresión y hostilidad, dirigido a privarlo por más tiempo del goce de sus imprescriptibles de– rechos y de la tranquila y absoluta posesión del territorio que le dio el Autor de la naturaleza. La paz y la amistad hubieran borrado la memoria de las injurias pasadas, y reproducido bienes incalcula– bles de mutua utilidad, en lugar de los males que, por más de tres siglos, sólo han sufrido los americanos. Y o creía que era lle-

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