Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

NUEVAS RECLAMACIONES DIPLOMAT!CAS 399 gado el momento de una feliz conciliación, y que la voz impe– riosa de la humanidad y de la Patria me ordenaban promoverla si11 la menor demora. Obedecí gustoso, dirigiendo a V. E., las proposiciones que no ha tenido por conveniente admitir. Ya es otro mi designio, cierto ele que no me serán, en manera alguna, imputa– bles los desastres que se experimenten. Como je/e ele los valientes, únicamente anhelo se cubran ele nuevos laureles, en la segura con– ! ianza ele que el triunfo necesariamente ha de seguir a los que, con menoscabo de su gloria particular, han propendido a evitar los horrores ele la guerra. Firme en este propósito, me permitirá V.E. hacer algunas observaciones, en vista de su nota de 8 de agosto anterior, que tengo el honor de contestar: Mi situación ventajosa, con respecto al ejército real, es tan manifiesta, como débil la de V.E.; sobre un número mayor de tropa, p erfectamente discipli– nada y entusiasmada por su libertad, yo cuento con todos los ha– bitantes libres del Perú; con el torrente incontenible de las fuer– zas de los Estados de América; con todos los hijos del país em– pleados contra su voluntad en el servicio de la Espai'ía; y con al– gunos españoles liberales, amantes de la justicia y de los derechos de los pueblos. A V.E. no le es dable contrarrestar, con un puñado de hombres adscritos a ideas singulares, el poder inmenso que le amenaza; y cualquiera peque/la ventaja a que aspire V.E., ni puede obtenerla en el día, ni ser de modo alguno durable. El deseo de observar la independencia crece en los peruanos tanto, cuanto ven más de cerca a sus enemigos; y una constante experiencia habrá conve11cido a V.E. de que no hay pueblo alguno en la América que 110 deteste la dominación española, y no quiera disfrutar de los derechos de la naturaleza; y de que, para conservar sometida cual– quiera provincia a la causa peninsular, es preciso sujetarla con la fuerza, privándola de los medios de defensa y empleando en ella considerables guarniciones. Tal estado de cosas ponía a V.E. en una aptitud total de obrar por sí mismo, y sacar el partido más ven– tajoso para la España. Aun cuando el voto, en lo genereal, de esa nación no fuese tan expreso por la libertad de América, la suer– te decidida de las secciones de éste, la obligación en que se halla V.E. de minorar los males de la humanidad, y la falta de auxilios de la Península, de la que 1w hay la más remota esperanza se proporcione alguno, no sólo facultaban a V.E. a obrar con total libertad, y con la filantropía que creo propia de su carácter; sino que, en cierto modo, acusan a V.E. ante los hombres de bien, de se– guir, contra sus propios sentimientos, un partido tan violento y de– sesperado. Por último, señor general: cuando, para dar un carác-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx