Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA REASUNCION DEL MANDO 405 111 A continuación de esta lluvia de notas, mentidas y melosas, di– rigidas a encubrir, a los ojos del pueblo, el descontento recóndito de quienes las suscribieron, creyeron todavía uno y otro gobernan· tes, el re~l).trante y el saliente, necesario derramarse en una serie de proclamas, que concitasen la satisfacción o la esperanza en la opinión popular, no muy confiada o contenta que digamos. Desde el 20 hasta el 23, cada día apareció marcado por alguno o algunos de aquellos documentos, ora procedentes del Delegado cesante, ora del Protector renaciente. San Martín fue el primero que habló, para sacar al vecindario capitolino del ansia y de la racional curiosidad en él despertadas por las conferencias de Guayaquil. Hízolo el 20, en el lacónico ins– trumento que sigue: "El 26 de julio próximo pasado, en que tuve la satisfacción de abrazar al Héroe del Sud, fue uno de los días más felices de mi vi– da. El Libertador de Colombia, no sólo auxilia este Estado con tres de sus bravos batallones, que, unidos a la valiente división del Perú al mando del general Santa Cruz, vienen a terminar la guerra de la América; sino también remite, con el mismo objeto, un considera– ble armamento. Tributemos todos un reconocimiento eterno al in· mortal Bolívar.- San Martín". Y el 22, al r easumir el mando, dijo: "Compatriotas:- Cuando deposité el mando supremo del Es– tado en el gran mariscal Marqués de Trujillo, resolví no recibirme de él hasta el día en que debía entregarlo a la representación nacional; pero las reiteradas renuncias de aquel ilustre y benemérito perua– no, me han hecho reasumirlo, mientras s.e reúne el Congreso que se va a instalar. Creedme que, si algún derecho tengo al reconocimien– to del Perú, es el de haberme vuelto a encargar de lo que me es mcb· repugnante.- La libertad del país, asegurada por su representación, no será perturbada por nuestros enemigos. Tres batallones de los bravos de Colombia, unidos a la valiente división del Perú, deben arribar a estas playas, de un momento a otro, a unirse a sus compa– ñeros de armas, y terminar esta guerra desoladora.- ¡Habitantes de la capital! Y o os reitero todo mi afecto; y espero de vosotros la más decidida cooperación, para fijar la suerte venturosa del Perú.– San Martín".
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