Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

410 GERMllN LEGUill Y MARTINEZ da y aceptada con no poca violencia", se deslizaba Ja indicación de las cir cunstancias en que tal promesa se formuló; esto es, aquéllás en que el pueblo habíase movido "al calor de su justo enojo contra Monteagudo" . .. Esto, en cuanto al primer punto. En lo referente al segundo, b aste recordar aquellas líneas de la proclama del 23, nacida en el casón viejo de La Pólvora: "Sujeto a los errores de todo hombre público, dispensareis aquellos en que hubiese podido incurrir, porque mis propósitos han sido sanos y sinceros: estoy persuadido de que he cumplido lealmente, patrióti– camente mi deber". El tercer punto salta invívito en esta cláusula, preñada de un significado duro y siniestro: "Así como yo me decidí a sacrificarlo todo, resignándome en el patriotismo del general San Martín, por creerlo el único garante de la libertad del Perú; así debeis vosotros estar persuadidos de que este general sólo aspira a que seamos li– bres, y a que, recuperando nuestros derechos, gocemos toda la feli– cidad de que son susceptibles los hombres". . . Lo cual equivalía a decir: "Sacrificaos, como yo, tolerando, como un mal necesario, la resurrección del Protectorado". Y, en efecto, el descontento público fue, a la sazón, un hecho evidente, indudable. ¿Qué guerra de independencia es ésta, en que el general llamado a mantenerla, decídese otra vez, no a combatir, sino a administrar? ¿Es el gobierno, y no el triunfo, el único obje– to de sus ensueños y sus ansias? ¿Se la pasará este caudillo eter– namente mandando, sin salir jamás, con olvido de su deber y de su gloria, a los campos de batalla? ¿Ha venido a lidiar por nuestra emancipación; o está convencido de que, al pisar este suelo, en– cuéntrase en él tan sólo para imperar? Tales murmuraciones corrían de boca en boca, y eran bien cono– cidas por el Protector, que a ellas se contrajo y aun replicó clara– mente: l? cuando, en carta a O'Higgins (25 de agosto), expresaba "estar cansado de que lo llamasen tirano, y de que se dijese que que– da ser rey, emperador y hasta demonio"; y 2? cuando, en su pro– clama-despedida del 20 de setiembre, le decía al pueblo: "Estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano". Por más que Torre Tagle, en el poder y fuera de él, fuese una entidad inútil; "inepta y débil", como había dicho San Martín a Bolí– var; un nuevo "figurón", como Mitre le llama -tenía con todo, a los ojos de sus compatriotas, este mérito: era peruano.- ¿Quién, pre– guntábanse todos, quién será el nuevo Monteagudo? San Martín re– plicó a su vez e inmediatamente a esa otra pregunta, confirmando a Francisco Valdivieso en el cargo de Ministro de Estado y RR. EE.

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