Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

418 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ mentos necesarios para ponerse en disposición de serle útil, deben aprovecharse con interés; y el modo de h acerlo valer con ventaja, es un invento el más precioso e inestimable. El sistema Jancasteriano reune estas cualidades, y h a merecido, por consiguiente, Ja mayor aceptación entre las naciones cultas de la Europa. Llegado a esta capital un profesor acreditado en Ja enseñana mutua, cuidó el Go– bierno de promoverla y destinar a este fin el colegio de Santo To– más, en que ha sido necesario hacer varios reparos en diversos de– partamentos y proveerlos de útiles. Estando concluida la obra en lo sustancial, h e acordado y decreto hacer el estreno del establecimien– to de enseñanza mutua, el jueves 19 del corriente". Y seguía Ja indi– cación del pertinente ceremonial. XI A las cuatro de la tarde del citado día, y con arreglo a lo en ese ceremonial prescrito, constituyéronse en el salón principal del edificio de Santo Tomás, cuarenta de los niños inscritos en las va– rias escuelas primarias de Lima, conducidos, en grupos elegidos ai efecto, por los maestros respectivos. El presidente del departamento de la capital, don José de la Riva Agüero, recibió a los mismos y los instaló, al término de Ja sala, en bancas, allí paralelamente instala– das, del plantel. A las cinco en punto, estaba el general repleto de concurrencia. Hallábanse presentes el presidente de la Alta Cámara de Justicia, los oficiales mayores de los tres ministerios, los presi– dentes del Departamento y de la Cámara de Comercio, el alcalde or– dinario de turno, dos miembros de la Sociedad Patriótica, el rector de la Universidad de San Marc9s, el catedrático de r etórica de Ja misma, los rectores de los colegios de San Martín, Santo Toribio, La Libertad e Independencia y don Diego Thomson, introductor del método lancasteriano en el Perú y director nombrado del insti– tuto novísimo. Instantes después, presentáronse el Protector y los tres minis– tros de Estado: Valdivieso, Guido y Unanue. El concurso recibiólos de pie. Exonerado Thomson de toda alocución, por su imperfecto co– nocimiento del idioma, aunque ya lo hablase aceptablemente desde Buenos Aires y Chile, el profesor de retórica de San Carlos hubo de pronunciar un "ligero discurso apertorio", exponiendo el método que en el establecimiento iba a implanta r se y detallando sus excelencias. Sin más peroratas, como que la hora era avanzada para los tiem– pos que corrían y el espacio estrecho para las múltiples atenciones

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