Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE 423 una camarilla que en el Perú era delegación o encamación de la logia de Lautaro- no es dable, decimos, suponer que el gran prócer per– maneciese sordo a las aspiraciones y voces de los pueblos, por el mero placer de imponerse y la dudosa satisfacción de gobernar. La causa verdadera de t al yerro debe buscarse en otra parte; a saber, en aquel terror que San Martín había llegado a tener por las asambleas populares, a las que juzgaba viveros de desorden, fuente de discordia, estadio bochornoso para toda clase de intrigas, y, más que todo, para el incontenible desenfreno de las ambiciones per– sonales. El ejemplo de lo que a la sazón acaecía en las Provincias Uni– das del Río de La Plata, había concitado en su espíritu el más recal– citrante horror hacia esas convulsiones intestinas en que al presen– te debatíase su patria, presa de multitud de caudillejos, surgidos a Ja sombra del inestable sistema federal. Y de ahí que, retrogradando en ideas y sentimientos, con su ministro y mentor -renegado de las doctrinas democráticas y hasta demagógicas que profesara y pro– pagara en no lejanas épocas- se tornase partidario ciego de la mo– narquía , forma de gobierno que quiso introducir en el Perú y hasta extender, si posible fuera, a todas las naciones de América reciente– mente emancipadas. Este prurito monarquizador, cuya ostensión y proyecciones te– nemos ya narradas, fue el ma l genio del vencedor de Chacabuco, que, convencido leal, si erróneamente, de que sólo aquella forma podría asegurar la estabilidad y el orden en el pueblo de los Incas, cntregóse a la realización de aquel ideal, luchando íntimamente en– tre el pasado y el presente, entre las conquistas prometidas y los peligros vislumbrados, entre las exigencias previamente acatadas de Jos pueblos y las que el patricio creyó útiles a su felicidad, entre las imposiciones de Ja opinión pública y los planes imperantes de círculo; e hizo de ese modo de su vida pública un contrasentido vi– viente; algo mis terioso y absurdo, en que reñían diariamente las promesas y los h echos, las palabras y los actos, los documentos o declaraciones ostensibles y los propósitos ocultos, los fines y los me– dios, enlazados sin lógica, y desenvueltos a la vista de la colectividad política como una contradicción desesperante. IV Había trascurrido casi medio año desde la ocupación de Lima por las armas independientes, y un tiempo poco menor desde la erec– ción del Protectorado; y nada h acía vislumbrar, en los corifeos de
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