Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL 33 contra los audaces embates del glorioso almirante, la ya amena– zada y hasta decadente potestad realista (28 de noviembre de 1819). En su lugar hemos narrado lo concerniente al crucero de Brown en el Pacífico, y lo pertinente al primero que Cochrane emprendiera en estos mares, por ser sucesos, ambos, que más directamente toca– ban al desenvolvimiento y objeto preliminares de la presente historia (4). Tócanos, ahora, hacer r ápida r eseña de los esfuerzos desplegados por Illingworth, para soliviantar, aunque sin resultado, los ánimos de los independientes en la zona costanera del gobierno de Gua– yaquil. IV Había aquel apreciable marino, antes del dichoso advenimien– to de Cochrane, entrado en el servicio de Chile, que, comprendien– do desde luego la necesidad de aplastar el poder marítimo espa– ñol, a fin de extender y asegurar las recientes conquistas logradas por la bandera de la emancipación americana, había, a falta de más poderosos m edios, no alcanzados todavía, apelado al recurso del corso; único que de pronto pudiera poner en planta para el logro de aquel interesante objetivo. Armóse al efecto una corbeta, nombrada, como ya sabemos, la Rosa de los Andes, la misma que, do tada de treinta y seis cañones, suficientemente tripulada, y gua r– necida en fin, con ciento setenticinco infantes a las órdenes del capitán francés Henri Desseniers, y con treinticinco artilleros co– mandados por el alférez chileno Fierro Calvo, dio la vela de Val– paraíso a mediados de 1818, o sea poco después de la victoria de Maipú, y echóse inmediatamente a perseguir y capturar cuantas emba rcaciones peninsulares surgían a su paso a lo largo del Pa– cífico. Muchas fueron las presas que el audaz e incansable irlandés hizo en la no escasa serie de salidas que efectuó de puertos chile– nos, en cuyas abras buscara descanso y refugio, cada vez que las necesidades del aprovisionamiento o el peligro de las persecucio– nes emprendidas por el adversario se lo imponían. Al cabo enfu– recidos y hastiados los españoles de la hostilidad sin tregua ejer– citada por el comandante de la Rosa de los Andes, despidieron del Callao, con rumbo norte, a tres unidades poderosas de su armada, con la consigna de buscar, donde estuviera, embestir y acabar con (4) V. las págs. 244 y 245 del tomo III.
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