Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

438 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ desmentirla jamás; y, por una perversión de ideas reservada a nues– tros tiempos, ellos gozan del odio que inspiran, y trabajan por me– recer la execración universal.- Desde la jornada de lea, los ene– migos han mostrado que la sed que tienen de nuestra sangre es como la del viajero, que, devorado de ella en un desierto, la siente más cuando desespera de satisfacerla. Los rendidos después del combate no tienen para ellos un carácter sagrado; los pueblos ino– centes, en vano se creen por su impotencia al abrigo de las llamas; el sexo débil ve burlada la naturaleza, porque el fierro, en manos de los españoles, no distingue sexo, edad ni condición. Ellos de– searían que la vida de todos los americanos existiese en un solo corazón, para despedazarlo, quemarlo, reducirlo a cenizas, y que– darse solos entre medio mundo de cadáveres y de víctimas.- Pe– ro ¿cuál es el objeto de tantos crímenes, y qué fin se proponen los agresores de ellos? Si por un solo momento pudiesen esperar que, devastando la mitad de la América, podrían usurpar tranquilamente la libertad del resto; si pudiesen creer que algunos centenares de es– pañoles esparcidos, esparcidos en todo el continente, pueden dar la ley a quince millones de habitantes; si pudiesen aguardar que la des– graciada España extendiese hacia ellos la mano, desde el abismo de la anarquía en que está, para auxiliarlos con lo que no tiene ni puede; si pudiesen reunir en un campo de batalla a todos nuestros valientes, y vencerlos; asesinar a todos los padres de familia, y apagar el deseo de la venganza en los hijos, parientes y amigos de los mártires de la Patria; si pudiesen, por último, destruir a todos los hombres ilustrados que han desempe1iado el augusto ministe– rio de disipar la ignorancia, y recoger las ideas que ellos han espar– cido, hasta convertir en errores las verdades que hicieron conocer; si todo esto lo pudiesen conseguir, entonces tendrían al menos, para continuar la guerra, la misma razón que tiene un salteador de caminos para quitar la vida a los que acaba de despojar de su for– tuna, a fin de aprovecharse de ella sin peligro. Pero, cuando no es ya una batalla la que puede restablecer el dominio español; cuando la pérdida de una de las cinco secciones de América no puede influir en el destino a que todas son llamadas; y cuando no les queda otros recursos que los del despecho y la furia -el plan de la guerra que sostienen no puede ser otro que destruir hasta que sean destruidos.- ¡Habitantes de los departamentos libres! El cuadro que acabamos de trazar, no sólo interesa al Perú, sino a la grande asociación que forman todos los pueblos de la tierra. Pongamos término al escándalo que sufre el mundo, y a las cala– midades que inmediatamente experimentamos. Armados de la in-

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