Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE 439 dignación que causan tantos horrores y maldades, vamos a hacer en poco tiempo los sacrificios de algunos años; vamos a vivir un si– glo en cada día, por la importancia y el mérito de nuestras accio– nes.- ¡Peruanos! Acordaos de que se acerca el aniversario de la independencia de la ciudad de los libres. En él debe reunirse vues– tra representación nacional. Su primer pensamiento debe ser es– tablecer la forma de gobierno representativo que convenga al pueblo: fijad vuestros votos en los hombres más virtuosos y más amantes de su país: ellos acelerarán la época en que desaparezcan los anti– guos abusos, y en que el bien común se consolide sobre las bases del respeto a la religión y a las propiedades, de la igualdad bien entendida y de la posesión de los demás derechos, que hoy son el objeto de la contienda en que está el mundo. Si, entretanto, llegan las horas de combate, allí haremos ver el último título que nos asiste, y que tiene el Perú para ser independiente, como es y lo será, si todos oyen la voz de la Patria dondequiera que los llama, sea para buscar la victoria, sea para cumplir las leyes y perecer en su defensa.- Lima y mayo 31 de 1822.- San Martín.- El Marqués de Trujillo". XX Doloroso es asen tar aquí la triste verdad de que el régimen pro– tectora! -y, en él y con él Monteagudo sobre todos- hubiesen, en– tre nosotros, sido los primeros cultivadores y maestros de aquella fácil, si bien desvergonzada ciencia de la mentira política. ¿Qué otra cosa per seguíase en la proclama, sino alucinar y burlar al pueblo con ofertas ilusorias, que no había entonces, la menor intención de cumplir? Si en esos momentos no se daba, ni se procuraba dar pa– so a lguno, cierto y formal, en el sentido de propender a lo que se ofrecía ¿con qué objeto, entonces, reiterábase así, solemne y públi– camente, la exponsión de una asamblea nacional, por los dos pro– hombres de la época, a saber, por el que era cabeza visible, si no– minal, del Estado, y a la vez por su cab eza invisible, única potente y positiva? Había n, a esa fecha, transcurrido treinta y cuatro días desde la segunda convocatoria; no faltaban ya, para Ja supuesta ins– talación, más que cincuenta y ocho; y, a pesar de la cercanía del cacareado acontecimiento, que por supuesto concretaba las esperan– zas y aspiraciones de los verdaderos peruanos, nadie palpaba la cer– tidumbre de que tales esperanzas y aspiraciones se hallasen en ca– mino de ser efectivas. Coligieron todos que al fin habría una asam– blea; pero ¿cuándo y cómo, si nada revelaba la proximidad de las elecciones? Corrió, en consecuencia, la inequívoca voz de que ni es-
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