Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

36 GERMl\N LEGUll\ Y MARTINEZ mayo de 1820, la Rosa fue avistada en las costas de Atacames (Es– meraldas), frente a la punta de Galera. Comprendiendo la desi– gualdad de sus fuerzas, inferiores en un todo a las del buque es– pañol, Illingworth se pegó a la costa para protegerse en sus ba– jos y ar recifes; y emprendió huída hacia el nor te, pasando por Tumaco, Morto, Punta Guascama y Punta Reyes, con el intento de internarse en las bocas del Iscuandé. Allá se adelantó la Prue– ba, a favor de la noche; y, cuando el valeroso adversario tocaba gozoso en su punto de destino, embistiólo en la mañana del 13, infligiéndole una casi destrucción con sus baterías poderosas, cuyas andanadas no dieron instante de reposo al marino indepen– diente. Incapacitada la Rosa para maniobrar, y herido su valeroso comandante por una astilla de su propio buque, que, afectándole de agudísimos dolores, le impidió tenerse en pie, pudo este últi· mo juzgarse dichoso de poder ganar, según deseaba, las bocas del enunciado río, que en efecto remontó para alejarse y escapar de las descargas enemigas, hasta encallar en sus barras arenosas, sin esperanza de salir a flote. La Rosa hubo de ser allí abando– nada por sus tripulantes, que, introduciéndose en tierras de la ya libre Colombia, pusiéronse a órdenes de esta República, inme– diatamente aceptadas por ella y noblemente protegidas por el go– bierno de Bolívar (6). Ya, al relatar los interesantes acaecimientos de la campaña emprendida por Sucre sobre Quito, así como la de la guerra perú– colombiana de 1829, encontraremos a Illingworth luchando con o contra nuestros compatriotas, al servicio siempre de Colombia; y, años más tarde, después de 1830, al de la nueva república del Ecuador. (6) Refiere el historiador ecuatoriano Cevallos, a quien hemos fielmen– te seguido en la narración de estos ·Sucesos, que lllingworth fue el primero en "descubrir la comunicación interoceánica entre el Pacífüco y el Atlántico, en– tonces desadvertida, posteriormente publicada y celebrada, y que a la pos– tre dará al marino inglés renombre y gloria, igual, cuando menos, a la de Balboa, el descubridor del Grande Océano. Andando, agrega, con sus mari– neros, por el istmo de Cupica, lllingworth se metió en el río Napipú; pasó de éste al Atrato, que desemboca en el mar del norte; y se volvió para el del sur, en donde había dejado su corbeta, dejando así descubierto ese camino, apenas maliciado por los sabios en el siglo anterior. En 1852 (dice luego en nota colocada al pie) tuvimos la satisfacción de oir de propia boca de llling– worth, la narración de aquel paso, con todos los pormenores que posterior– .mente se han publicado por la prensa": Resumen cit., vol. III, pág. 241.

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