Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
40 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ también y educado en Arequipa, graduado de doctor en Chuqui– saca, inquisidor de Valladolid, canónigo y maestrescuela de Se– govia, predicador de número del Rey, juez de cruzada, examina– dor y consultor de Ja Rota, gran cruz de Ja orden de Isabel Ja Católica, condecorado con Ja flor de lis de Francia y favorecido con el escuelo de fidelidad decretado por Fernando VII (en 1823). Nuestro capitán, pues, al llegar a Guayaquil, frisaba apenas con los veintitrés años (1 818). Educado, como su hermano don José, e n el seminario de San Jerónimo, único colegio que, a prin– cipios del siglo, existía en su tierra natal, poseía tocia Ja instruc– ción dispensable en esa época, y mal podía, en consecuencia, ser tildado de ignorante. Coronados sus estudios medios, y no incli– nado a la carrera de su hermano primogénito, optó fervorosa· mente por la de las armas. Corría la época en que los ejércitos realistas, atraídos y fatigados por las sucesivas invasiones argen– tinas del Alto Perú, atronaban, a órdenes del arequipcño Goye– nechc, el mediodía del Virreinato. Escobcdo, entonces un adoles– cente -pues sólo contaba dieciséis años (1811)- sentó plaza en las filas de su paisano. Hizo, en ese año y en' los posteriores, to· da la campaña del Alto Perú, a las órdenes -después de Goye– neche- de los brigadieres Pezuela y La Serna; y, en una de las muchas acciones que por entonces se empeñaron, resultó grave– mente herido. Ascendió, en ellas, desde cadete hasta capitán efec– tivo; clase que, como ya se dijo, revestía en 1818, a l trasladarse, con su cuerpo, del Alto Perú a la ciudad de los Reyes; y de ésta, casi inmediatamente, con Vivero, a Guayaquil. Era vivo, perspicaz, inteligente, simpático, amistoso, arrojado y audaz; pero p_recipitado e impulsivo, defecto que le había vali– do, desde la escuela el mote de "el loco", con que sus amigos y el público (}n general, por antonomasia, designáronle después. Los sucesos del Guayas diéronle notoriedad y prestigio tempra– nos, que pudieron haberle levantado a esferas encumbraclísimas, a no haber escollado con frecuencia, por la extraña sindéresis que ensombrecía su genio y daba cierto sello de desacierto e iiupre– visión a la mayoría de sus actos. Le hemos visto, con sereno arro– jo, prolongar la resistencia de la división Tristán en la Macacona, como jefe de la artillería; y ya le encontraremos, a lo largo de esta historia, en su múltiple papel de patriota ferviente, soldado valeroso, ambicioso infeliz y agitador fracasado. Batíase aún con– tra los independientes del sur, cuando, a diferencia de su herma– no mayor (que hasta su fallecimiento fue furioso realista y pre– firió por eso establecerse en España) sintióse atraído por la ge-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx