Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

552 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ h aber practicado con el señor Rosales todas las tristes diligencias n ecesarias para conducir y depositar ¡¡u cadáver en su última mo– rada, recorrió inmediatamente los libros de la biblioteca de Boulog– n e, de que es director, y ha publicado un hermoso artículo necroló– gico en E l Imparcial de Boulogne del 23 de este mes, en el que sor– prende que un extranjero haya podido juzgar con tanta fidelidad al guerrero y los notables sucesos en que tuvo parte tan señalada". "Espero que se me perdonará la indiscreción de copiar aquí los siguientes renglones de una carta dirigida por el doctor Gerard al señor Balcarce: "Y ahora, señor, dice, no me queda otra cosa, sino manifestaros de nuevo, con el corazón consternado, la viva aflicción que mi esposa y yo hemos experimentado, y experimentaremos lar– go tiempo, por la pérdida tan dolorosa que acabais de tener. Nos envanecía la posesión de un hombre de esa edad, y de un carácter tan grande, bajo este techo que nos abriga. Esta casa estaba santi– ficada a nuestros ojos: su pérdida deja en ella un vacío, que se re– produce en nuestras almas y que no se llenará de pronto'· ... "El piadoso celo del doctor Gerard ha sido igualado por el de un respetable sacerdote, el abate Haffreingue, que cedió una de las capillas subterrá neas de la catedral para los restos del general San Martín, y ha prodigado a su enlutada familia las benévolas atencio– nes de un ministro del Evangelio. A los esfuerzos infatigables de ese prelado, tan ilustrado como virtuoso, se debe la continuación de aquel edificio monumental". "Se concibe la grata impresión que han debido despertar, en los deudos y amigos del difunto, estos actos de delicada urbanidad, que honran la tumba abierta en suelo extranjero para recibir a un emi– nente ciudadano de nuestra América". "Por lo demás, la presencia -entre los pocos amigos que llega– ron hasta esa tumba- de un honorable anciano español, de un dis– tinguido escritor francés, de un representante de Chile y de un niño de la República Argentina, provoca reflexiones que es inútil ex'pre– sar". "La América sentirá sin duda esta pérdida, como debe ser sen– tida. Ella será fácil a la gloriosa tradición de su origen, que es tal vez lo único que podamos contemplar con satisfacción y sin rubor. El general San Martín es venerable a mis ojos, no sólo porque fue un glorioso guerrero, y porque sus victorias inauguraron, con las de Bolívar, la era moderna de la América antes española; es, sobre to– do, venerable, porque a sus hechos heroicos mereció asociar el título de grande hombre de bien. Este elogio, tributado por el ilustre hom– bre de Estado de Ingla terra muerto no ha mucho, al rey Luis Felipe,

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