Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
558 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ nea, el impulso ciego, el entusiasmo febril, la audacia suprema. Mil veces vencido, otras tantas vencedor, lidia, sucumbe, muerde el pol– vo, desaparece exangüe: júzganle sus enemigos reducido a la nuli– dad , hundido en la nada, incapaz de rehacerse: con todo, comparece de súbito; y, milagroso Proteo de la revolución, a cada nuevo revés, a cada golpe, esplende más aparatoso, truena más terrible, opera y lidia más grande y más r esuelto. . . A la inversa, el genio de San Martín es serenida d glacial, confianza olímpica, prudencia sabia y cálculo certero. No es el rayo; pero es la enigmática nube que lo for– ja, lo esconde y lo guarda; que se amasa invisible, se condensa ine– luctable y llegado el momento propicio, se descuelga en las volutas del ciclón, se desliza por las ciclópeas escalas de la tromba, y lo con– mueve y solivianta todo con el hórrido empuje de la marítima tor– menta. No se forma en los contratiempos, ni se ilustra con los infor– tunios: gran capitán desde sus principios, es el mismo en San Loren– zo que en Chacabuco y en Maipú. Pasa los Andes, como pasó Jos Al– pes el gran cartaginés; y, al descender de ellos, tiene su Tesino y su Trasimeno. Es el Aníbal de la epopeya magna: poseedor de la cien– cia, de la previsión y del ímpetu oportuno, aplastante, decisivo. Pue– de decirse de él Jo que Tito Livio del estupendo puño de Cannas: "antes de proceder, supo prever y preparar"; por eso venció siem– pre. VI Y no cesó de vencer -aunque sin ser vencido- sino cuando, tentado y malamente cohibido por sus adláteres y decuriones, apartó– se de la senda que marcáral<:< su fortuna, para perderse en las encru– cijadas de la política y maniatarse en las faenas y pedestres nade– rías de la burocracia. La campaña activa bastardeóse entonces, de– cayendo en una como predicación armada; la épica finalidad de la empresa tornóse mero acto de presencia; los juramentos de victoria o muerte trastornáronse en baladronadas o promesas, sin propósi– to real de arribar a un fin. . . Efectuóse algo así como la congela– 'ción de las corrientes de la fuerza y de la vida; el campamento, 'suplantado por el cuartel, pareció transformarse en morada ascética conventual; y el ímpetu de las armas, en propaganda evangélica o po– lémica bizantina, con descrédito letal para la homérica expedición, con cansancio y has tío para el pueblo presuntamente manumiso, for– zado así a mirar opresores en sus auxiliares, intrusos en sus amigos, mandones sedientos de brillo, lucro y predominio, en esos cruzados que decían haber acudido a combatir y vencer. El Protector descali– ficó a l Libertador; el adminis trador eliminó al estratega; el héroe
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx