Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

OSTRACISMO, OSCURIDAD Y SILENCIO 561 pectáculo en que, necesariamente han de complacerse quienes a dia– rio escuchan el diabólico tropel con que, a la conquista de tales bie– nes y honores, dispáranse desaforados -sobre cadáveres, incendios, llanto y ruinas- los infinitos ambiciosos de la tierra. Y no es que el alma de San Martín hubiese consumado ese arrancamiento desgarrador, sin experimentar la amargura con que se despide todo lo que se va, ni la angustia con que racionalmente se elimina todo lo que muere ... ¡No! El mismo, en sus cartas al Presi– dente Castilla, encargóse de pintarnos, con su sobrio lenguaje, lo te– rrible que le fue ese holocausto personal y cívico manifestando en ello, una vez más, su modestia y su sinceridad, su desconocimien– to del orgullo y los alardes con que los espíritus vulgares pretenden ocultar o desfigurar ciertos humanos y naturales sentimientos: "Si algún servicio, dice (2) ,. tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima; paso que, no sólo comprometía mi honor y re– putación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que, con las fuerzas reunidas de Colombia, la guerra de la indepen– dencia hubiera sido terminada en todo el año 23. Pero este costoso sacrificio, y el no pequeño de tener que guardar un absoluto silen– cio (tan necesario en aquellas circunstancias) de los motivos que me obligaban a dar este paso, son esfuerzos que Ud. podrá calcu– lar, y que no está al alcance de todos el poder apreciar". ¡Confesión ingenua, magnánima, que imprime grandeza mayor en el memorable acontecimiento! IX Ese silencio, roto esta única vez para explicarse y ponderarse a sí propio, y la grandeza trágica en que rebújase el espíritu del hé– roe a lo largo de su dilatado ostracismo, son circunstancias que jus– tamente han obligado a la historia y a la posteridad a remitir, más que disimular generosamente, la responsabilidad envuelta en su de– serción; y a pronunciar sobre su sarcófago un juicio altamente fa– vorable a su labor de conjunto, en verdad excelsa, olvidando cuales– quiera máculas que pudieran ensombrecer un nombre que la gratitud pública hará imperecedero. Sabemos que, sólo alguna vez, rompió su habitual mutismo, para confiar una que otra revelación a los ameri– canos que le visitab an, o a los extranjeros, como Lafond, que le mos– traron interesarse por su nombradía, herida por versiones antojadi- (2) Carta primera, de 11 de setiembre de 1848.

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