Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
52 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ XVII Y, en efecto, por más que buena parte de la oficialidad del Daule estuviese de acuerdo con los conspiradores, y lo estuviesen también todos los sargentos, conquistados por sus colegas José Vargas y Francisco Pavón, ello es que, al facilitar éstos la en– trada, olvidáronse -imprevisores, atolondrados o bisoños-, de asegurar al COJilandante del cuerpo (30), capitán (graduado de ma– yor) don Joaquín de Magallar. Voló éste, al percibir el impru– dente bullicio de los conjurados; púsose, a medio vestir, a la ca– beza de algunos de sus subalternos, que, aunque listos para se– cundar a los asaltantes, no tuvieron suficiente osadía para recha– zar las rápidas y vivas exhortaciones y órdenes de su jefe; y, en consecuencia, Farfán y su compañía, Urdaneta y sus correligio– narios -si bien reforzados por una parte del escuadrón, previa– mente minado- fueron, con gran sorpresa suya, recibidos a ba· lazos por el resto (31). Siguióse un choque reñido, mantenido con el denuedo que era de esperar, de la lealtad del capitán español y de la decisión y sangre fría del cuzqueño. Magallar cayó exáni– me a las primeras descargas; pero su segundo, otro oficial penin– sular, continuó ardorosamente el combate, de que resultaron ocho mismo del 9 de octubre; y es, a la verdad, ridículo ver cómo presentan, mueven y remueven a Pebres y a Urdaneta en el corazón de Guayaquil, ha– ciéndolo y dirigiéndolo todo; pero siempre a la cabeza de los Granaderos peruanos, como si aquéllos hubiesen sido jefes de éstos; y como si los miem– bros de la plana mayor del batallón citado hubieran desaparecido como por encanto, para ceder su puesto, su autoridad y su prestigio a los intrusos oficiales del Numancia, perfectamente desconocidos y extraños para la tro– pa; hecho, éste, inverosímil, que da en tierra con la hermosa {para ellos), pero novelesca versión ecuatoriana. Aún más inverosímil resulta ésta tra– tándose de Escobedo, amigo de invadir atribuciones, y no por cierto de per– mitir que se invadiesen las suyas, al extremo de que, como vamos a ver pronto, acabó con la paciencia de Olmedo y lo hizo renunciar al puesto que éste último tenía en el gobierno. (30) Cuerpo de milicias, recientemente organizado en la provincia, con gente de la zona del fío que le daba nombre. (31) Letamendi narró este hecho, en Ancón, del modo siguiente: "Ma– gallar, comandante de la caballería, murió imprudentemente, porque se re– sistió, haciendo uso ele su espada y sus pistolas y llenando ele insultos y amenazas a sus aprehensores, exasperándolos, y, lo peor de todo, no sabiendo si otras escenas iguales ocurriesen a otras partidas despachadas . y por ello se malograse Ja revolución, no les quedó otro a rbitrio que ulti– marlo".- Boletín número 3, ya cit. del Ejército Libertador, impreso en An– cón e inserto en los Apuntes históricos ele Espejo.
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