Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL 53 dragones daulinos muertos y dos heridos; sucumbió número ma– yor de granaderos (32), que a pecho descubierto y en los patios del cuartel, embestían a sus adversarios, parapetados éstos en la os– curidad; y, en fin, con la presencia de Escobedo y de su gente, tras unos quince minutos de brega, fue el escuadrón dominado, ocupado todo el edificio y empujada la tropa a la rebelión por Pavón y Vargas, que tenían ascendiente capital sobre sus com– pañeros. XVIII Mientras esta sangre generosa se vertía en el a lojamiento del Daule, cual si la fortuna, como siempre, tuviera decidido no ha– cer del todo incruentos los triunfos de la libertad, el capitán Al– varcz y su compañía, Fcbrcs y su pelotón de paisanos, hacían su labor en otra parte y coronábanla con toda suerte. Presentes a las puertas del cuartel de artillería, brigada cuyo jefe, cornandan– í:c Miguel Torres Valdivia, había sido astutamente secuestrado en las primeras horas de esa noche (33), tales puertas viéronse fran- (32) Asegura Torrente que la pérdida de los Granaderos fue "cuatro veces mayor" que la sufrida por los Dragones del Daule: op. et vol. cit., pág. 36. (33) He aquí el modo cómo Cevallos dice haberse llevado a cabo aquel secuestro: "El vivo deseo que maniícstó Febres Cordero ele salvar la vida ele su íntimo amigo, el teniente coronel Torres Valdivia, -que mandaba la brigada de artillería, jefe muy querido de su tropa, y muy particularmente de un oficial ele apellido Nájera, insurgente de los más ardorosos- vino, por incidencia a ciar mayor seguridad a la revolución. Torres Valdivia era muy a ficionado al juego; y el 8, por la tarde, Nájera, su protegido, lo convidó, a nombre de tales y cuales personas, a jugar por la noche una partida de algunas onzas de oro en el cuarto de su morada, y Torres Va ldivia la aceptó. Nájera, dejando en él a lgunos conjurados de confianza, partió tras su co– mandante, que vino al punto; y, no bien acabó de entrar , se le elijo que estaba arrestado. Torres Valdivia, sin creer en lo que le decían, preguntó de cuya orden, y Nájera le explicó entonces el motivo que tuvo para fingir la partida ele juego; porque, estando ya compro.metidos los oficiales y sargen– tos de su cuerpo, y siendo seguro e l triunfo de la revolución, no había ha– llado medio más a propósito para ponerle en salvo. Torres Valdivia rabió, y Fcbres Cordero se explicó más a la larga con su amigo; y, como Nájera se había ido a casa del primero, a pedir, a nombre de su jefe, las llaves del parque (ele ellas dependía el resultado de Ja revolución ) y sídole entregadas; las tomó Febres Cordero; y, dejando bien asegurado a Torres Valdivia, se fue tras los demás conjurados, a ordenarles que obrasen sobre Ja marcha": op. et vol. cit., págs. 232 y 233. De este relato hay que descartar el prurito
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