Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL 55 En fin, simultáneamente, el teniente Rivero, a quien vimos ya en camino a la casa gubernativa, dejaba en segura detención al generoso Vivero, aplanado por lo repentino del golpe; así como al teniente gobernador accidental don José Elizalde, que en esos ins– tantes acudía al mismo sitio en pos de una entrevista en que pro– veer medidas concordes con las circunstancias (35). XIX Así, al rayar la aurora del 9 de octubre de 1820, el cálido sol ecuatorial bañó en su luz otra sección americana emancipada y libre, cuya redención -gracias a la acción primordial del peruano Escobedo y de sus fuerzas- no había costado gran derramamiento de sangre. Decimos "primordial", porque, sin aquél y sin éstas, cualquiera conspiración habría sido una locura y resultado un desastre. ¿Cuál habría sido la suerte de los conjurados y de Gua– yaquil, si el Granaderos de Reserva se hubiese mostrado adicto al rey, ciego y sordo a las incitaciones del patriotismo, y obediente a la autoridad y a la voz de sus jefes? Demás es detenerse en explicarlo. Y consta, por declaración de los mismos escritores ecuatorianos, que el batallón de milicianos de Guayaquil, no sólo dejó de tomar parte en Ja revuelta, sino que nadie contó con él; se temió solicitarlo y comprometerlo; y hasta "se creyó, tal vez con razón, que el denuncio había sido dado al gob ernador por uno de los oficiales de ese cuerpo" (36). Los guayaquileños arma– dos, uniformados y acuartelados en servicio de los realistas, si no se opusieron a la transformación política, tampoco contribuyeron en modo alguno a su favorable éxito; y, al contrario, fue "mucho el trabajo que le costó contener a los milicianos, al capitán de esa clase don José María Peña, que mandaba una de las seccio- (35) Vivero, con su cachaza y sal andaluzas, cogido a medio vestir, ''tirado sobre un catre a media sala" exclamó, como marino que era: "¡Toma, por gobernar en tierra!". Por Jo que hace a la caída de Elizalde, tal como Villamil Ja relata, es en extremo graciosa. Llegó, según ese general, en los momentos en que sacaban a Vivero: -"A dónde va Ud.?", preguntó.- "Me llevan preso".- "¿Quién?''.- "Este oficial".- "¿Cómo se atreve Ud. a llevar preso al Sr. gobernador ?" "¿Y Ud. quién es?", preguntó Rivero.- ¿Qué? ¿No me conoce Ud.? ¿No sabe Ud. que soy el segundo gobernador de Ja pJaza?".– "Pues, ¡a l centro también!", dijo Rivero, agregando la acción a la orclen.– ¡Consumatum est!, dijo Vivero".- Opuse. cit., págs. 21 y 22. (36) Villamil, Reseña, cit., págs. 20 y 21.
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