Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
56 GERMAN LEGU!A Y MARTINl!Z nes" de aquéllos (37). Pero ¿acaso no fueron guayaquileños los dragones daulinos, únicos que opusieron recia valla a la revolu– ción y derramaron sangre hermana en su cuartel? ... Ello es que, a las seis de la mañana, no quedaban por rendir más que las siete lanchas cañoneras apostadas en la Puntilla. Por felicidad, Villalba, su jefe, ignorante de todo lo que acababa de suceder, atracó en una falúa a la ribera, y cayó a su vez mansa– mente, esa mañana misma (7 h. a.m.), en manos de los libres. Arrestósele en su propia casa; y allí suscribió, horas después, la rendición de la flotilla (38). Cinco unidades de ésta entregáronse sin vacilar. Las otras dos, mandadas por pilotines españoles, ne– gáronse a cumplir el pacto concluido. Una de ellas fue abordada, sin gran pérdida, por tropas de confianza instaladas en la Alcan– ce; y la segunda, que emprendió viaje de salida a lo largo del Pa– cífico, vino a encallar en la tormentosa barra del puerto de Tum– bes, en el cual pretendía guarecerse. (37) Id. id., loe. cit. (38) Como se ve, Villalba, capitán del puerto, no pensó jamás en coo– perar a esta revolución. A pesar de ello, Letamendi, ya desde entonces em· pecinado, como los colombianos y ecuatorianos, casi todos, en usurpar, para sí solos, las glorias de Escobedo y sus conmilitones y subalternos, vino a contar en Ancón a San Martín, que la tal revolución había sido fraguada "por los oficiales del Numancia, por el capitán de puerto y ocho paisanos": nada más. ¡En todo, doce héroes! Por poco no asegura que Escobedo y los Granaderos se habían vendido, a l contar que ese apostolado, cuyo Jesús re· sulta ignorado, "reunió la suma de 25,000 ps. fuertes para sobornar la tropa; pero, comprometidos con anticipación algunos sargentos americanos (¡).– [nada más que sargentos, eh?: jefes y oficiales, no], por su medio [esto es, por medio de los sargentos solos], ella [la tropa] fue fácilmente conquistada, sin necesidad de emplearse dinero alguno".- Estas lindezas se estamparon en el Boletín N• 3 del Ejército Libertador del Perú, repartido el 7 de noviem– bre en Ancón.- Por felicidad, como ocurre siempre con la mentira, a ren: glón seguido salta la verdad en aras de Ja contradicción; y, así, se lee inmediatamente lo que sigue: "A las 3 de Ja mañana del 9, se armó la tropa en el cuartel principal [¿Cuál era ese? ¿por qué no mencionarlo?]; y los ofi· ciales comprometidos, poniéndose a la cabeza, dieron el grJto de ¡Viva Ja Patria! ¡Muera el Rey!- En el acto, [agrega el papel que copiamos] se despacharon partidas de tropas, etc." Ya no hay aquí capitán de puuto, ni ocho paisanos, ni oficiales de Numancia, únicos y exclusivos autores del 9 de octubre... ¿Risum teneatis amici? - V. el Boletín núm. 3 del Ejército Libertador de/ Perú, Ancón, 6 de noviembre de 1820, apud Revista de Buenos Aires, t. XIV, págs. 567 y 568.- Cada nuevo libro que, sobre Ja revolución del 9 de octubre, la campaña de 1822, o la batalla de Pichincha, sale a luz en el Ecuador, trae una nueva paletada de tierra, destinada a borrar las huellas que los próceres peruanos han dejado en la historia de la quisqui· llosa y rencorosisima vecina del Norte. La novísima obra de Destruge, ya ci·
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