Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

58 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ tín, eñSu primera comunicación, relativamente a que "ni una gota de sangre había salpicado el estandarte de la libertad" (39); con todo (como bien asienta uno de sus historiógrafos), desde ese mo- plaza; y esto, micntras sus granaderos, mandados por esos paisanos v esos nu· mantinos, se desempeñan en todas partes como buenos, guiados por tulli Ji 111t111di, menos por sus propios jefes; 3• un oficial, como Alvarez, que, en vez de ir a batirse con los realistas, o a someterlos, en algunos de sus cuartdes, va a patrullar; y sólo después de rendida la artillería (y hecho, probable.mente con prescindencia suya, todo lo demás) recuerda que hay que apresar al coronel García del Barrio, su jefe; y se va sobre él y sobre sus veinte hombres; y se bate; y no hace nada mientras no viene un sargento guayaquileño, Pavón, y embiste y carga con sus jinetes daulinos; con caballos que sin duda alguna se cuelan por entre las paredes; para eso, para cargar a infantes que, pre– cisamente, están parapetados en una casa, dentro de una casa, tras los muros de una casa (¡caballos milagrosos aquellos!) resultando de todo ello que es Pavón el apresador del coronel; y Alvarez, exclusivamente, ele sus soldados; gracias a que no mandaba granaderos solos -además de 6,000 cobardes o inútiles-; sino al hecho de haber antes tomado los distintos destacamentos de la ciudad, inclusive el tren de pólvora (?); 4• un coronel resucito a pasar la noche en vc1a, pero no en su cuartel, sino en su casa; y que no se retira, de aquel cuartel a esa casa, siquiera a buena hora, sino temprano ... Jamás, en tan corto número de renglones, se reunió mayor cifra de men– tiras y sandeces. Todo ¿por qué y para qué? Para hacer que Escobedo y Al– varcz aparezcan -el uno, de patrulla; y el otro, hundido en su cuartel– mientras paisanos y numantinos, solos, o a Ja cabeza de los soldados de Alvarez y Escobedo, realizan y consuman el pronunciamiento. Guayaquil será libre, pero sin el concurso personal de Alvarcz y Escobedo. De Farfán, tal cual: al fin Farfán se quedó en el Ecuador, se estableció en él, llegó a ser general ecuatoriano, etc. Pero, ¿los otros? ... nones! Hay que ir, sistcn1ática– mente, poco a poco, borrando hasta su recuerdo... Felizmente, son bastante elocuentes Jos hechos posteriores: ellos dicen que el batallón de Granaderos ele Reserva del Perú, al dividirse después en dos subcuerpos, recibió el título de Libertadores; que Escobedo, a pesar de sus pocos años (veinticinco), fue proclamado jefe militar primero, asociado con ello al gran Olmedo; y hecho Presidente de Ja lra. Ju11ta de Gobierno después; que Alvarcz y Farfán fueron colocados a la cabeza de los dos cuerpos de Libertadores; y que (para no recordar muchos detalles más) sólo el Granaderos de Reserva del Perú fue gratificado, entre todos los cuerpos de la plaza, con Ja esplendidez (para el tiempo y los recursos existentes) exigida por la magnitud de sus sc1vicios (a razón de diez pesos, cada soldado; ele quince, cada cabo; y de ciento, cada sargento). Y, por dicha también, aún existen para desenmarañar el cúmulo de mentiras dirigidas a desvirtuar, ocultar o falsear Ja verdad, los escritos de los mncmógrafos contemporáneos (Villamil y otros); documentos incon– trovertibles, como los insertos en los periódicos y boletines oficiales y el tes– timonio de los historiadores más próximos a los hechos (Jerónimo Espejo, Torrente, García Camba, Cevallos, etc.). (39) Boletín num. 3, antes cit., publicado en Ancón el 6 de noviembre de 1820.

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