Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL 61 cicla limpidez.- "¿Azul?" preguntó el interlocutor al vate.- "¡Y blanca!", replicó éste. Tronó un aplauso . . . Momentos después, surgida como por ensalmo, izóse en el asta municipal, saludado por las férvidas aclamaciones populares, el pabellón de Guayaquil li– bre, como el argentino, celeste y albo (46). Escobedo, ocupado aún en reasegurar a los jefes militares cogidos en la madrugada, y en arr estar a las otras autoridades españolas, así como a los euro·· peos y naturales de quienes se pudiera temer algún intento de reacción, fue llamado a presenciar y autorizar el juramento, con el óleo de la consagración militar, por reconocimiento, expreso u tácito, del jefe de las tropas. Escobedo se presentó en el salón mu– nicipal; pero, por su actitud y proclamas dejó bien comprender, desde antes de comparecer en la asamblea, que no estaba dispues– to a acatar ni a someterse a otra autoridad que Ja suya "en la es– fera de las armas". Hallábanse congregados, en esa especie de ca– bildo abierto, los alcaldes de l ? y 2? voto, don Manuel José de He– rrera y don Gabriel García; los regidores Dr. D. José Joaquín de Olmedo, D. Pedro Santander, D. José Antonio Espantoso, Dr. José María Maldonado, Dr. Bernabé Cornejo y Avilés, D. Jerónimo Cer– da, D. José Ramón Menéndez, D. Manuel Ignacio de Aguirre, D. José Juan Casilari y Dr. D. Francisco de Marcos; el procurador general, don José María Villamil; y el secretario, D. José Ramón de Arrieta. Ante estos caballeros, juró Olmedo "ser independiente, fiel a su patria, y defenderla; coadyuvar en todo cuanto concer– niera a su prosperidad; y ejercer bien y legalmente el empleo de Jefe Político, que se le encargaba"; juramento que, posesionado del cargo, exigió de los demás cabildantes, en más o menos seme– jantes términos, y que (dice literalmente el acta respectiva) "pre– senció el señor Jefe Militar, don Gregorio Escobedo (47). Después (46) Tradición constante y corriente en Guayaquil, también recogida y un día recordada por Roberto Andrade, en alguno de sus artículos sueltos. V. El Comercio de Lima, núm. 34.234 de la mañana del 24 de noviembre de 1913.- En esos artículos, como en todos los de los señores ecuatorianos, Andrade, con el silencio, arrebata a los peruanos la gloria cierta de haber tibertado a Guayaquil; y es curioso ver el ir y venir de los Granaderos de Reserva del Perú, a órdenes de Letamendi, Urdaneta y Febres Cordero, como si Escobedo y todos los ofici~.les del cuerpo, sus jefes únicos y naturales, hubiesen desaparecido o renunciado infantilmente a su autoridad, mando y empleo... (47) Esa acta ha sido publicada por R. Aranda en su Colecció11 de los Jratados del Perú, t. I , pág. 237. Insistimos en esta ocasión, y en presencia del aludido documento, en decir que Escobedo fue el principal, el único j ef e superior del movimiento del 9 de octubre; sola circunstancia capaz de explicar su calidad de Jefe Militar de Guayaquil, preconizada y reconocida en el acta.

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