Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL 65 llana franqueza, y cordialidad sin ficcióri y sin trastienda -"¿Y Ud., como se llama?" -preguntóle el vencedor de Maipú, al ser– le presentados los prisioneros.- "José Pascual de Vivero, contestó: oficial de la m,arina española; presidente de Charcas interino, co– mandante generaJ de marina interino, gobernador de Guayaquil interino, y prisionero en propiedad".- "No, no es Ud. prisionero", exclamó riendo el gran general: "puede Ud. ahora mismo, dirigirse a donde le plazca".- Vivero dio las gracias, y se dispuso a partir a la capital. Con él, por uno de esos generosos arranques tan co– munes en el presunto Protector, los otros prisioneros fueron también despedidos a Lima, en plena libertad, a bordo de la go· leta Montezuma (7 de noviembre), que los entregó en el Callao, sin más condición, trasmitida a l virrey Pezuela por conducto del propio Vivero, que la de poner en soltura a l prisionero patriota, teniente coronel don Juan Francisco Tollo, que efectivamente pre– sentóse a poco en el campamento (53). La presencia, así de la gole ta Alcance como de los prisione– ros de Guayaquil, vino a sacar de dudas a los r ealistas, que aún no creían en la pérdida, rumoreada con insistencia, de la enun– ciada p rovincia. Unicos que conocían la fatal nueva, r ecibida en comunicación reservada (llegada el 22 de octubre por el llamado correo de valles) eran el Virrey y a lguno que otro de los funcio– narios de su trato íntimo; pero habíasela ocultado con estrictez, como suceso naturalmente capaz de excitar la opinión pública en el sentido de la emancipación. Nada impidió, con todo, que Vivero y sus colegas de prisión se hiciesen lenguas, aun en barbas de los realistas más cogotudos, acerca de la generosidad y del magnífico trato que habían recibido de los independientes (54). (53) Torrente confiesa hidalgamente la última circunstancia relaciona– da en el texto: "El gobernador [de Guayaquil], dice, y demás presos fueron colocados en la goleta Alcance, pa ra ser remitidos a l general San Martín, quien, usando de mayor generosidad, los envió al virrey de Lima sin exigir por ellos más rescate que el del teniente coronel Tollo, que le fue remitido, con promesa de hacer lo mismo con otros tres que aquél designase, en can– je de los tres jefes ya citados y del teniente de granaderos de reserva. D. Ramón Ma rtfnez de Campos"; op. cit., III, págs. 36 y 37. (54) San Martín quiso que la Alcance, en su regreso a Guayaquil, fuese escoltada por la Galvarino, a lo que no accedió Cochrane; dio a Letamendi despachos de coronel, y agració a Villamil: l' con los despachos de teniente coronel; 2• con más víveres de los necesarios para el viaje; 3• con 150 cara– binas, que debían servirle para formar en Guayaquil, como formó, un nuevo escuadrón de caballería; y 4• con el obsequio de un hermoso caballo.- Op. cit., 33.

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