Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

66 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ XXIV El 20 de noviembre estaba la Escobedo o Alcance de regreso en Guayaquil, y eran muchas las novedades allí ocurridas duran te su ausencia de más de un mes. En prim~r lugar, mientras ella efectuaba viaje al sur, en pos de San Martín y de Cochrane, llevándoles la buena nueva, otro comisionado (el flamante capitán don Francisco de Paula Lav?.– yén) partía, camino de Buenaventura, en pos de Bolívar y del ge· neral Manuel Valdés, jefe, este último, de la respetable divisióH estante y actuante en Popayán y Pasto, con pliegos en que Esco– bedo participábales, asimismo (13 de octubre) el feliz cambiamien– to consumado el 9. Tomadas estas medidas, digamos, exteriores -cuyas proyec– ciones y consecuencias no tardaremos en relatar- consagrá ronse los duunviros a la satisfacción de las más urgentes necesidades internas, a saber: 1~ la defensa del nuevo régimen, amenazado ya por los preparativos que en contra suya empezaban a hacer Jos realistas. de la presidencia de Quito; 2~ la prevención o represión de los intentos reaccionarios que inmediatamente habían dado en producirse en el seno mismo de la provincia independizada; y Y la preparación de una vida política estable y de una forma de go– bierno legítima, cristalizadas en un personal que obtuviera la con– sagración del óleo popular, por medio de representantes que cs– tudiasen, formulasen y expidiesen una carta política y abriesen a elecciones verdaderamente democrá ticas. XXV Todo habría marchado bien, de ser Escobedo menos impe– rioso, neurótico y absorbente; o más prudente, medido, honrado y moral. Por desgracia, pocos hombres tan indignos, como él, de la gratitud pública y de la elevación a que lo condujeron las cir– cunstancias. En seguida, esto es, desde el primer día (9 de octu– bre), s-qrgieron ya los choques, dificultades y disgustos entre am– bos duunviros, tan opuestos en edad, ciencia y preparación admi– nistrativa, cuanto en índole y moralidad, al extremo de constituir un contradicción viviente, imposible de perdurar. El militarcito de veinticinco abriles no admitía limitaciones ni advertencias bue– nas o malas, en tanto que él no se detenía ante invasión alguna de facultades, así fuesen declaradamente civiles y políticas, y de

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