Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

LA CONTROVERSIA 75 dano don José de San Mar tín y otro del a lmirante lord Cochrane (entregados, r espectivamente, por Letamendi y Villamil), en los que dan las gracias a este ayuntamiento, y lo felicitan por haber proclamado esta ciudad su libertad e independencia, comunicando a l mismo tiempo las ventajas que adquiriría el Excmo. Libertador sobre las a rmas del Rey en la capital de Lima, y ofreciendo todos Jos auxilios que se necesiten en ésta. El general ma nda un comisio– nado para tratar de este asunto con Ja Junta de Gobierno [Guido]; y otro oficial [Luzuriaga], para que sea destinado a lo que conven– ga, según las actuales circunstancias. Se acordó por el ayuntamien– to que se conteste a dichos oficios, en la próxima ocasión que se presente, y que una comisión vaya a cumplimenta r a dichos ofi– ciales a nombre del Congreso". En la misma sesión, "considerando la necesidad de felicitar a l ciudadano don José de San Martín, en las personas de su edecán y de su comisionado militar", se acordó celebrar, en honor de aquél, "una función pública a costa de los propios'', encargando "de su realización a los ciudadanos regido– res Jer ónimo Cerda, Fernando Sáez e Ignacio Icaza". El l? de di– ciembre siguiente, en otra sesión pública, leído un oficio de Ja Junta de Gobierno, insinuando al ayuntamiento que "indicara la persona que debía obtener la primera medalla de oro mandada fabricar en la ciudad para los libertadores de la Patria", esa cor– poración decidió "dedicarla al Excmo. Sr. don José de San Mar– tín, capitán general del Ejército Libertador del Perú, por la ge– nerosidad con que había franqueado su auxilio y protección". Tal medalla entregóse a Guido en sesión solemne de 12 del mismo mes, " para que la pusiese en manos propias del general, como lo ofreció el comisionado en ese acto a l señor presidente del ayunta– miento", ciudadano don Juan José de Herrera (3). VII La simpatía y decisión por el Perú, desde antes imperante;, entre los guayaquileños, propagáronse aún más con el arribo de la comisión, y con Ja serie de manifestaciones amistosas e inciden– tes ostensibles a que dio margen su presencia. El Perú era, por entonces, la ú nica esperanza de Guayaquil. Se ha dicho varias veces que apenas constituida la segunda Junta (3) Co/ecc. cit., t. I, págs. 275 y 276.

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