Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
76 GERMAN LEGUJA Y MART!NEZ Gubernativa presidida por Olmedo, esa Junta se había precipitado a destacar sobre los realis tas, una división de mil quinientos hom– bres, mandada por Urdaneta; que este improvisado jefe (repenti– namente convertido, de simple capitán en coronel); ciego en el gran comando, fogoso y hasta imprudente; después de ocupar a Cuenca, donde debió r eforzarse y aguardar, para, en vista de Jo que hicieran los realistas, desempeñarse con esperanzas de éxito; había avanzado neciamente sobre Quito, encontrádose con el coronel r ealista Francisco González, y héchose derrotar por éste en Huachi, cerca de Ambato (22 de noviembre), con una pérdida de más o menos quinientos patriotas, entre muertos, heridos y pr'– sioneros. Los dispersos de aquel desastre tomaron, unos, el carai– no de la sierra, y otros el de la costa. Un jefe (tucumano, esto es, paisano de Monteagudo) nombrado José García, reunió con mil dificultades a los primeros, y hasta se atrevió, con ellos, a cuadrar– se an te sus perseguidores. Aunque bravamente fortificado en Tani– zagua, al pie del Chimborazo, otra derrota aplastante fue el pre– mio de sus esfuerzos (3 de enero de 1820); cogido aquel bizarro argentino y fusilado sobre el propio campo, fue su cadáver lleva– do a Quito, y su cabeza puesta en picota, para escarmiento, sobre el puente del Machángara. Así ocurrió que no escapase ni uno so– lo de los fugitivos de Huachi que se encaminaron a la sierra. Los pocos que se dirigieron a la costa, habían, entretanto, llegado en medio de mil sufrimientos y obstáculos, a Guayaquil (1~ de di– ciembre). Tal era la situación de aquella plaza en los momentos en que acababan de arribar a ella Luzuriaga y Guido: la derrota, el te– rror, el desconsuelo, la impotencia, la consternación. ¿En quién confiar, de quién esperar nada, sino del Perú? De ahí que uno y otro comisionados fuesen recibidos como una especie de salvadores, con los brazos abiertos; y que Luzu– riaga, en su esfera militar, pudiese encontrar terreno útil y fértil en que secundar brillantemente la labor diplomática de su com– pañero. Nombrado comandante en jefe de esas poquísimas frac– ciones fatigosamente salvadas de la rota de Huachi, consagróse a su reorganización e incremento, a su instrucción y disciplina, con entusiasmo y tesón tales, que avivaron en mucho las simpatías guayaquileñas. Hasta llegó a salir de la población y a poner cuar– tel general en Babahoyo, "resuelto a esperar al enemigo vencedor; y, gracias a esta actitud, se logró contenerlo, hasta que, entrada la estación de las lluvias, que en esa provincia bastan para impedir
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