Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
82 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ deshacerse de la división, triplemente mayor, destinada a auxilia r a Sucre; división a la cual debióse la brillante victoria de Pichin· cha. No teniendo, como nunca tuvo, la intención de entrar en Lima por asa)to, ni la de dar batalla alguna campal y decisiva; y afe– rrado a su plan de mera presencia bélica, conquista de la opinit-n. guerra de amenazas, de vigilancia y de recursos, de propaganda ar· macla en fin; el envío a la ría del Guayas de un pequeño efectivo de su ejér cito no habría causado en éste detrimento alguno. PP..r<1 las ideas que abrigaba, para los fines o proyectos que se proponía, cuatrocientos hombres más o menos eran cosa inapreciable, sobre todo cuando, veintisiete días antes del convenio Guido-Olmedo, había sido altamente favorecido el total efectivo del Ejército (i. bertador con la importante agregación del batallón Numancia, que reemplazaba, con mucho y anticipadamente, el desprendimiento de fuerzas acordado en favor de Guayaquil. No lo hizo, e hizo mal. Tales fuerzas, desde su llegada, habrían sido base absorbente en el ejército que allá pudo organizarse a su sombra; ejército que, dirigido por jefes, oficiales y clases del todo a evotos a la causa del Perú, habría levantado valla recia, invulncr a· ble, a las exigencias posteriores de Mires; a las solapadas manio– bras de Sucre; a la enfermiza e intoleran te violencia del triun'.'a· dor de Ca rabobo y Boyacá, que avanzaba ansioso de dominación , ciego de orgullo. El Perú habríase adelantado a sojuzgar de hecho, próxima, incontrastablemente, el albedrío de la sociabilidad guaya– quileña; y detenido, aún antes de nacidos, los pérfidos manejos de la sedien ta y acapa radora hegemonía bolivariana. Toda misión, todo esfuerzo sobrevinientes de parte del Liber tador, habrían, des· de entonces, surgido débiles y trasnochados. El Protector perua– no habríase encarado firme y negociado de potencia a potencia con el Bonaparte del norte. Ni se habría éste lanzado en Ja senda del imperialismo; ni logrado burlar las justas expectativas del Pe– rú; ni esterilizado y exhibido en pleno ridículo las tardías gestio· nes de la plenipotencia Salazar. Ante el nervio de fuerzas compe· tentes, inconquistables, allí establecidas anteladamente, engreídas por el preexistente imperio y eficacia sobre la opinión, habría el enmascarado ocupante detenídose en sus planes, sin a treverse a ensangrentar, por pulgada más o menos, los martirizados campos de América en presencia del adversario común; y el Perú habríase sacudido de todo un siglo de guerras, prevenciones, contestado· nes eternas, arbitrajes desacatados, a rreglos perdidos, y demás desazones surgentes de la cuestión septentrional, con más libertad de acción para su política exterior, y más desahogo de angustias
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