Homenaje a la victoria de Ayacucho

nerales La Serna y Canterac, los mariscales Val– dés, Carratalá, Monet y Villalobos, los generales de brigada, Bedoya, Ferraz, Camba, Somocurcio, Cacho, Atero, Landázuri, Vigil, Pardo y Tur con 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 1~4 mayo– res y oficiales; más de dos mil prisioneros de tro– pa; inmensa cantidad de fusiles, todas las cajas de guerra, municiones y cuantos elementos militares poseían; mil ochocientos cadáveres y 700 heridos han sido en la batalla de Ayacucho las víctimas de la obstinación y de la temeridad española. Nuestra pérdida es de 370 muertos y 600 heridos, entre los primeros, el mayor Duxbury de Rifles, el capitán Urquiola de Húsares de Colombia, los tenientes Oliva, de Granaderos de Colombia, Col– menares y Ram írez de Rifles, Bonilla de Bogotá, Sevilla de Vencedor, y Prieto y Ramonet de Pi– chincha; entre los segundos; el bravo coronel Silva de Húsares de Colombia, que recibió tres lanzazos cargando con extraordinaria audacia a la cabeza de su regimiento; el coronel Luque que al frente del batallón Vencedor, entró a las filas españolas, el comandante León del batallón Caracas, que con su cuerpo marchó sobre una batería enemiga; el comandante Blanco del 2 de Húsares de Junín, que se distinguió particularmente; el señor coro– nel Leal contuso, que a la cabeza del Pichincha, no sólo resistió las columnas de caballería enemi– ga, sino que las cargó con su cuerpo; el mayor Torres de Voltígeros, y el mayor Sornoza del Bo– gotá, cuyos batallones, conducidos por sus co– mandantes Guas y Galindo, trabajaron con ex– traordinaria audacia: los capitanes Jiménez, Co– quis, Dorronsoro, Brown, Gil, Córdova y Ureta, los tenientes, Infantes, Silva, Suárez, Vallarino, Otárola y French; los subtenientes Galindo, Cha– bur, Rodríguez, Malabe, Jerán, Pérez, Calles, Mar– quina y Paredes de la 2a. división de Colombia; los capitanes Landaeta, Troyano, Alcalá Dorron– soro, Granados y Miró; los tenientes Pazaga y Ariscum, y el subteniente Sabino de la la. divi– sión de Colombia; los tenientes Otárola, Suárez, Ornas, Posadas, Miranda y Montoya; los subte– nientes Isa y Alvarado de la división del Perú; los tenientes coroneles Castillo y Geraldino y tenien– tes Moreno y Piedrahita del E. M. Estos oficiales son muy dignos de una distinción singular. El batallón Vargas, conducido por su denodado comandante Morán, ha trabajado bizarramente; la Legión Peruana con su coronel Plaza sostuvo con gallardía su reputación; los batallones 2 y 3 del Perú con sus comandantes González y Benavides, mantuvieron firmes sus puestos contra bruscos ataques; los cazadores del número uno, se singu– larizaron en la pelea, mientras el cuerpo estaba en reserva. Los Húsares de J unín, conducidos por su comandante Suárez, recordaron su nombre para brillar con un valor especial; los granaderos de Colombia, destrozaron en una carga del famoso regimiento de la guardia del Virrey. El batallón Rifles no entró en combate; escogido para reparar cualquiera desgracia, recorría los lugares más ur– gentes y su coronel Sánchez los invitaba a vengar la traición con que fue atacado en Corpaguayco. Todos los cuerpos en fin, han llenado su deber cuanto podía desearse. Con satisfacción cumplo el agradable deber de recomendar a la consideración del Libertador, a la gratitud del Perú, y al respeto de todos los valien– tes de la tierra, la serenidad con que el señor ge– neral La Mar ha rechazado todos los ataques a su flanco, y aprovechado el instante de decidir la derrota; la bravura con que el señor general Cór– dova condujo sus cuerpos, y desbarató en un mo– mento el centro y la izquierda enemiga; la infati– gable actividad con que el señor general Lara atendía con su reserva a todas partes, y la vigilan– cia y oportunidad del señor general Miller para las cargas de la caballería. Como el ejército todo ha combatido con una resolución igual, al paso de los intereses que tenía a su cargo, es difícil hacer una relación de los que más han brillado; pero he prevenido al señor ge– neral Gamarra, jefe de E.M. G. que pase a V. S. originales las noticias enviadas por los cuerpos. Ninguna recomendación es bastante para significar el mérito de estos bravos. Según los estados tomados al enemigo, su fuer– za disponible en esta jornada, era de nueve mil trescientos diez hombres, mientras el Ejército Li– bertador formaba ci neo mil setecientos ochenta. Los españoles no han sabido qué admirar más, si la intrepidez de nuestras tropas en la batalla, o la sangre fría, la constancia, el orden y el entu– siasmo en la retirada desde las inmediaciones del Cuzco hasta Huamanga al frente siempre del ene– migo, corriendo una extensión de 80 leguas, y presentando frecuentes combates. La campaña del Perú está terminada, su inde– pendencia y la paz de América, se han firmado en este campo de batalla. El ejército un ido quiere que sus trofeos en la victoria de Ayacucho, sean una oferta digna de la aceptación del Libertador de Colombia. Dios guarde a V. S.- Antonio José de Sucre. Antonio José de Sucre, "Parte oficial de la jornada de Ayacucho", Ayacucho, 11 de Diciembre de 1824, en Ga– ceta del Gobierno (Lima, lo. de enero de 1825), tomo VI 1, No. 1, págs. 3-8. 11

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