Ideología económica del Mercurio Peruano

102 JOSE IGNACIO LOPEZ SORIA Es, pues, evidente que un primer polo para encontrar la racionalidad de los principios en el VIII, 2.1 es el naturalismo ambiental, que, aun– que en nuestro medio no desencadena el materialismo como lo hiciera en Francia, está presente como eje vertebral que ordena alrededor de sí muchas de las categorías conceptuales de los hombres del Mercurio Pe– ruano. Se trata en nuestro caso de un naturalismo dinámico que no elimi– na la actuación del hombre sino que la supone. Sin la acción humana el recurso natural dado por la naturaleza quedaría inexplotado y nuestras necesidades no alcanzarían una rspuesta adecuada. Sobre el elemento na– tural, viene, pues, la obra del hombre quien, a través de las artes me– cánicas explota el recurso a fin de hacerlo útil para el desarrollo de la vida humana. Del arte como imitación de la naturaleza o como coronación de la obra natural se pasa, siguiendo la corriente de pensamiento que arranca de Bacon y que profundizan los empiristas, al arte como explotador de los recursos naturales. La naturaleza aparece, por tanto, a los ojos de los mercuristas no ya como urdimbre hilemórfica al estilo aristotélico en la que se insertan las cualidades sino como un conjunto de fenómenos cuantitativamente mensurables. La mensuración es posible, dirá Gassendi en sus Syntagma, por la descomposición o análisis de los elementos de que consta un fenómeno natural. No interesa el conocimiento de las cau– sas y de las esencias sino aquel que nos permita dominar la naturale– za para someterla a nuestras necesidades. En la posesión de este saber y en el comportamiento consiguiente se basa el éxito del ordenamiento político, social y económico. Porque la verdad no es para los empiristas del XVIII algo que el hombre anhele como sosiego interior del espíritu sino que está trascendida de utilidad. Desde entonces en Occidente dos corrientes en pugna intentan monopolizar la verdad".. . se la concibe tan– to como un progreso interior en nosotros mismos, cuanto como un acre– centamiento de nuestro poder sobre las cosas. La primera concepción es la de Platón. .. Pero hay una segunda concepción del conocimiento que es completamente diferente: el conocimiento no tiene su fin en él mis– mo, es un medio para dominar las cosas. 'Saber para creer', tal es el gi– ro que Francisco Bacon. . . ha dado a esta concepción." ( 93 ) Nuestros mercuristas parecen inclinarse por la segunda concepción de la verdad.

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