Ideología económica del Mercurio Peruano

108 JOSE IGNACIO LOPEZ SORIA reune impulsado por su naturaleza racional, obra de la divinidad. Cons– tituidos en sociedad los grupos humanos, naturalmente diversos pero igua– lados sobrenaturalmente, armonizan sus intereses a través de la caridad cristiana y de la religiosidad. Lo tradicional está presente no sólo en la consideración del origen de la sociedad sino en la regulación de las relaciones sociales que se establecen entre los grupos y los individuos. Por otra parte, la ideología ilustrada informa la reflexión de los mer– curistas sobre las consecuencias que se derivan de la reunión de los in– dividuos en sociedad, sobre la división de los grupos en sanos y enfer– mos y productores, vendedores y consumidores, sobre las relaciones so– ciales contractuales orientadas por la utilidad. Finalmente, no puede desconocerse que todas esas consideraciones tie– nen siempre como marco de referencia la misma realidad. El hombre .tiende a idealizar la situación real existente y a convertir un valor cir– cunstancial en valor eterno e inmutable. Observando, pues, los mercuris– tas que de hecho la reunión en sociedad -penetración de los usos, cos– tumbres y valores occidentales en los grupos autóctonos- ha traído co– mo consecuencia el abandono de las formas de vida menos racionales -autóctonas-, la promoción del comercio, el establecimiento de víncu– los unitivos, la creación de ciudades y la extensión del cristianismo, atri– buyen a la reunión en sociedad estos efectos que para cualquier obser– vador de nuestros días serían simples derivaciones de la penetración con– quistadora y colonizadora. Igualmente, dado que de hecho existían las diferencias sociales, había que buscar una justificación de la situación que legitimara la estructura de la sociedad y se acude para ello a la ac– ción de la naturaleza o a la intervención de un elemento suprahistórico como puede ser la divina providencia. Partiendo, por tanto, de una situa– ción de desigualdad social y no apeteciendo el igualamiento de los gru– pos sociales puesto que en el XVIII nuestra burguesía está trascendida de viejos regazos aristocratizantes, como ocurriera en la Europa del siglo XVII, es lógico que se defienda la desigualdad social. Pero como por otra parte, ciertos elementos de las creencias religiosas postulaban la igualdad, había que armonizar igualdad y desigualdad en un cuerpo racional cohe– rente en el que ambos pudiesen coexistir sin autoeliminarse. Los principios que se refieren a la división de los hombres en función de la productividad adquieren ciertamente racionalidad de la ideo-

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