Ideólogos de la emancipación peruana

32 MARIA LUISA RIVARA DE TUESTA No ofreciendo estos estudios y visitas, por ser de tipo científico, pe– ligros al sistema político colonial y más bien, sí convenientes para una mejor explotación y aprovechamiento de las riquezas naturales fueron paternalmente aceptados por las autoridades virreinales y al hacerse en forma abierta y sin trabas muy pronto producirían sus mejores resultados. Tenemos, pues, que el aspecto científico fue el primigenio abordado por nuestros ilustrados y por lo tanto se encuentra más enraizado dentro de la estructura del proceso ideológico. Sin aparente relación con el pro– ceso emancipatorio fue, sin embargo, su punto de partida y su génesis. La consideración que acabamos de hacer nos obliga por lo tanto a referirnos a pensadores que no han estado incluidos dentro de los cua– dros tradicionales de precursores de la independencia. A fines del siglo XVII Pedro Peralta y Barnuevo manifiesta un es– píritu abierto a las formas del saber científico a través del conocimiento de Copérnico; Gassendi y Descartes, sistemas de los que se sirve para cri– ticar la doctrina escolástica. Como continuador de la línea científica de Pedro Peralta podemos considerar al naturalista español Cosme Bueno, educado en Lima, quien de las doctrinas escolásticas pasó a ser un propa– gandista de la física de Newton y de las doctrinas de la escuela médica de Boerhaave. Igualmente como profesor de matemáticas renovó los estu– dios de aritmética y álgebra componiendo cursos que contribuyeron al progreso de estas disciplinas. El más importante representante de la ciencia en la primera mitad del siglo XVIII fue José Eusebio de Llano Zapata. Combatió en forma enérgica las doctrinas escolásticas considerándolas que eran la causa de la ruina de los ingenios y señalando la urgente necesidad del conocimien– to de las ciencias naturales: "Están hoy nuestros países, por esta inadver– tencia a las Ciencias Naturales, en el mismo atraso que estuvieron cuan– do en el principio se fundaron sus poblaciones. Todos son mentalidades, abstracciones y disputas bien inútiles; no se da un paso que no sea en es– ta parte con pérdida de tiempo, malogro de la juventud y ruina de los in– genios; tropiezos casi inevitables y que siempre han de salir al encuen– tro a todos los que se mezclan en cuestiones que ni en lo físico ni en lo moral, traen algún provecho al espíritu de los hombres. Antes, si bien se contempla, vuelven inútiles todas las operaciones del entendimiento, ha– ciendo caer en una insensatez, furor y manía, si no es ya en un pirronis– mo confirmado. Esto desearía yo que conociesen todos los nuestros: des-

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