Ideólogos de la emancipación peruana
LOS IDEOLOGOS DE LA EMANCIPACION PERUANA 47 establecida, no dejan de ejercer enorme influencia en la mente de los ilus– trados. Los escritos de Franklin, Jefferson, Payne y autores franceses co– mo Montesquieu, Linguet, Raynal, Marmontel, Diderot, Legros, Voltaire y la enciclopedia eran conocidos por nuestros ilustrados. Pese a estos hechos de trascendental importancia, la forma política que España mantenía en las colonias no sufre cambios fundamentales. Mas bien se acentúa el malestar debido a que la ilustración ha permiti– do que el criollo acreciente su dominio intelectual y pueda así juzgarse competente y más eficaz que el foráneo español enviado por la corona a ocupar los altos puestos políticos. El reclamo de los criollos y su aptitud para el gobierno se manifies– ta en el Plan del Perú escrita en Cádiz en 1810 por Vidaurre. No se tra– ta, en esta obra, de sugerir o confiar en la virtud del gobernante, se le puntualiza sobre sus obligaciones y se critica el sistema existente a tra– vés de sus instituciones más caracterizadas. Aparece así un Vidaurre demoledor y exaltado, un ilustrado que conoce la situación de disgus– to reinante en el virreinato peruano y que indignado por la ceguera de las autoridades españolas escribe: "No siendo el monarca otra cosa que el alma de todos los pueblos que gobierna, está obligado a meditar y velar sobre la felicidad de cada uno, como lo hace el hombre para con su individuo. Ningún racional es tan indolente con su persona, que mi– re con indiferencia el mal en la parte menos noble de su cuerpo. El gol– pe de una uña le es sensible, y en la ocasión cuida y atiende un pie lo mismo que el cerebro ( . . . ). Quien así no procede es un autómata ó un frívolo indigno de existencia. Esto que hace el hombre para consigo mismo, es lo que deben obser– var los reyes con respecto a los reynos, á las provincias, y á cada uno de los ciudadanos. Depositario de los derechos y obligaciones de cuantos ha– bitan en sus dominios, ninguna persona, ninguna cosa les es ni deben ser despreciables ó indiferentes ( ... ). Mientras al príncipe no se le contemple autor, ó cómplice en la opre– sión, se le ama, se espera el remedio, y no se procede al último abando– no. Solamente el olvido irrita, y entonces trata el hombre de recoger y ampararse de aquellos derechos, que para su bien había depositado en el gobernante ( ... ). En una palabra, el rey y el pueblo en una unión perfecta y religiosa se deben hacer felices desempeñando mutuamente sus derechos y obli-
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