Junín y Ayacucho

Batalla de Ayacucho Soldados de casi toda América, al mando de un joven general de 29 años, de extraordinaria capa– cidad militar: Antonio José de Sucre, se encuen– tran por fin frente al ejército real, comandado por el propio Virrey del Perú a quien secundan quince generales. Hay que meditar en la impor– tancia de la inminente acción de armas. Si el ejér– cito de Sucre es vencido, no podrá reorganizarse, pues la retirada se hará imposible ante la hosti– lidad de sectores aborígenes de Huanta y Huan– cavelica y ante la dificultad de obtener víveres. En cuanto a los realistas, su situación sería asimis– mo muy crítica al encontrarse entre las fuerzas patriotas y los rebeldes de Olañeta. La posición de La Serna en el Condorcunca, dominando el campo de Ayacucho, es tácticamen– te ventajosa: si el asaltante emprende el acceso de las laderas, tendrá que soportar la dificultad de empinados senderos y el fuego nutrido que viene de las alturas. En la izquierda de las Iíneas patriotas está la división La Mar: batallont:s peruanos lo., 2o. y 3o. y la Legión Peruana. A la derecha, la división Córdoba: batallones granadinos, ecuatorianos, ve– nezolanos Bogotá, Caracas, Voltígeros, Pichincha. Detrás del centro se halla la caballería de Miller: Granaderos de Colombia, Húsares de Colombia, Húsares de J un ín y Granaderos de Buenos Aires. Además la división Lara: batallones Vargas, Ven– cedor y Rifles. La única pieza de artillería seco– locó entre las divisiones Córdoba y Lara. La Iínea realista se compone, a la derecha, de la división Valdés: Batallones Cantabria, Centro, Castro, y lo. del Imperial Alejandro. Sector refor– zado por _dos escuadrones de Húsares de Fernan– do VII, más cuatro piezas de artillería. Al centro, algo retrasada, la división Monet: batallones 1o. de Burgos, Infante, Victoria, Guías del General, y 2o. del Primer Regimiento. El ala izquierda está integrada por la división González Villalobos: ba– tallones 1o. y 2o. de Gerona, 2o. del Imperial Alejandro, lo. del Primer Regimiento y Fernando VI 1, más el escuadrón de Alabarderos del Virrey y dos escuadrones de Dragones del Perú. Detrás de la división Villalobos hay todavía siete escua– drones de caballería, más las siete piezas restantes de arti ller fa. En los preliminares del memorable combate - eran las ocho de la mañana- hay una escena in– sólita, que participa de lo caballeresco y lo emo– tivo. Habiendo comprobado Monet que en el campo español hay varios jefes y oficiales que tie– nen hermanos, parientes o amigos en el patriota, propone a Córdoba un breve encuentro antes de la batalla. Sucre da al punto el permiso, y una cincuentena -especialmente peruanos- participan de la entrevista fraternal. Para muchos sería ésta la postrera - y definitiva- despedida. A media mañana, La Serna ordena a Valdés iniciar el ataque contra los puestos avanzados de la división La Mar. Casi al mismo tiempo Sucre termina de revistar las Iíneas patriotas y arenga a las tropas con vibrantes frases que han pasado a la historia: "iSoldados! De los esfuerzos de hoy pende la suerte de la América del Sur... Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable cons– tancia". Con juvenil ímpetu, el batallón Io. del Primer Regimiento realista, del coronel Rubín de Celis, "se arrojó solo y del modo más temerario al ata– que", arrastrando con su ejemplo a las guerrillas inmediatas. Viendo la desatentada operación de Rubín, Sucre da dos órdenes geniales: primero, al general Córdoba para que, apoyado por la caballe– ría de Miller, ataque el centro realista; segundo, a la división Lara, que, dejando a Rifles en reserva, refuerce con Vencedor y Vargas a la comprome– tida división La Mar, amagada por el ataque de Valdés. En cumplimiento de la orden, Córdoba "con su ligero uniforme azul, sin más gala que su juventud y su espada, agitando con la mano derecha su blanco sombrero de jipijapa y rigiendo con la iz– quierda el favorito castaño claro", arenga a sus tropas con expresión de arrogante acento: " iDi– visión! Armas a discreción, de frente, paso de vencedores". La carga de aquel general colom– biano de 25 años deshace al batallón de Rubín de Celis. La caballería real, que descendía al llano, es asimismo arrollada por los regimientos colombia– nos y bonaerense. Córdoba continúa enérgicamen– te el avance, y "todo se plegó a su frente" -co– mo apunta con gráfica concisión el jefe español García Camba-. Se apodera de las siete piezas de artillería del sector izquierdo. Canterac intenta socorrer a los suyos con ayu~– da de la división Monet. Este se coloca como cu– ña entre Córdoba y La Mar, dejando al último en situación comprometida y obligándolo a retro– ceder. La decidida intervención del batallón Var– gas y de los Húsares de Junín permite a La Mar rehacer su división. No sólo eso: reforzada por el Vencedor, marchó audazmente sobre los otros cuerpos de la derecha enemiga (Valdés) ... y pre– cipitados a la fuga, la derrota fue completa y ab– soluta" -admite el propio García Camba-. Entretanto, Córdoba en su empuje victorioso corona las alturas del Condorcunca. Es tomado prisionero el Virrey La Serna, ya herido. Lara por el centro asegura el triunfo, efectuando la perse– cución de los dispersos en dirección de Tambo, 13

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