Junín y Ayacucho

adonde se dirigía también La Mar con los perua– nos tras las huellas de la división Valdés. Las pérdidas de vidas en la batalla de Ayacu– cho fueron muy elevadas; tanto que, según el tes– tigo Manuel Antonio López: "En proporción al nú~ro de combatientes, y considerado el cortí– simo tiempo que duró (poco más de media hora el verdadero combate de masas), no recordamos un conflicto más cruento en la historia". Quizás haya exageración, pero de 9,300 realistas queda– ron -según el parte de Sucre- 1,800 muertos y 700 heridos; y de 5,800 independientes, unos 500 muertos y 609 heridos. "La bayoneta y la lanza raras veces obraron con más terrible eficacia en las batallas modernas" -agrega López-. Capitulación de Ayacucho Los patdotas hicieron más de mil prisioneros, entre ellos 60 jefes y oficiales. Canterac y Carra– talá, pues el Virrey estaba herido, se presentaron a Sucre para pedir la capitulación. "Aunque la posición del enemigo debía reducirlo a una entre– ga discrecional, Sucre creyó digno de la generosi– dad americana conceder algunos honores a los rendidos, que vencieron catorce años en el Perú" (Parte de la batalla) . Fijadas las bases preliminares, Canterac consul– tó el proyecto de capitulación a sus compañeros. Estos, luego de sugerir ligeras modificaciones, consintieron en los términos. Y al día siguiente, 1 O de diciembre, García Camba y Valdés pasaron .. REFERENCIAS: Junín y Ayacucho. Estudio hecho por el Estado Mayor General del Ejército (Lima, 1924). Campañas de la Guerra de la Independencia del Perú. Es– tado Mayor General del Ejército (Lima, 1928). al campo patriota para acelerar las negociaciones. Sucre hizo sólo tres restricciones. Y así se firmó el día 11 en Huamanga(1) la famosa Capitulación de Ayacucho. Por este convenio pasaron a poder de la Patria "los restos del ejército español, todo el territorio del Perú ocupado por sus armas, to– das las guarniciones, los parques, almacenes mi– litares y la plaza del Callao con sus existencias". (Sin embargo, Rodil desconoció esta cláusula de la capitulación y continuó su empecinada resistencia en el Real Felipe hasta enero de 1826). Con razón pudo escribir Sucre al final del parte oficial de la batana: "La campaña del Perú está terminada, su independencia y la paz de América se han firmado en este campo de batalla". Y, al enterarse de la jornada triunfal, desde Lima, Si– món Bolívar proclama: "Soldados: habéis dado la libertad a la América meridional, y una cuarta parte del mundo es el monumento de vuestra glo– ria". "Puede decirse, sin exageración -afirma el es– critor venezolano Arturo Uslar Pietri-, que en la historia del mundo hispanoamericano hay dos fe– chas claves: una es, sin duda, el 12 de octubre de 1492, cuando surge para la visión global del hom– bre la realidad del Nuevo Mundo; la otra, cierta– mente, debe ser ese 9 de diciembre de 1824, cuando con el triunfo de Ayacucho, la América Latina se hace final y definitivamente indepen– diente y toma su destino en sus propias manos". (1) Por decreto de 15 de febrero de 1825, Bol(var dio el nom• bre de Ayacucho a la ciudad de Huamanga. General Felipe de la Barra, La Campaña de Junín y Aya. cucho (Lima, 1974). Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Indepen– dencia del Perú. Antología de la Independencia del Perú (Lima, 1972). 15

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