La acción emancipadora del Perú antes de la llegada de la Expedición Libertadora

LA ACCION EMANCIPADORA DEL PERU 41 y propagar noticias y orientaciones. Por lo general los sacerdotes de ma– yor jerarquía se abstenían de participar en menesteres políticos, pues el Papa se los prohibía y otros eran partidarios de la corona. Pero en el caso del Perú, de los 300 sacerdotes que componían el clero activo, al cerrarse el periodo del coloniaje más de 250 eran curas, y la mayor parte de éstos lo eran en los campos, en la sierra, en la re– mota montaña; por lo cual tenían más facilidad para predicar las nuevas ideas revolucionarias. Y así tenemos al prelado de aquella época, Las Heras, último Arzobispo nombrado por España para la Diócesis de Lima. Partió más tarde para España, desterrado por sus ideas de independización de América de España. Entre los más activos eclesiásticos que prestaban su cooperación al transtorno de la autoridad real en Lima tenemos al párroco del Sagrario don Juan José Muñoz, el más íntimo confidente de Rodríguez de Mendoza y el sucesor de su doctrina; el cura de Surco don Felipe Cuéllar, amigo personal de los anteriores; el doctor don Cecilio Tagle, párroco de San Se– bastián ( argentino ) el cura de Pica en Tarapacá, doctor García Paredes, perseguido desde 1815 como rebelde; los curas de Catacaos y de Chacas, don Tomás Diéguez, después Obispo de Trujillo y don José María Piéla– go, éstos dos últimos fueron diputados constituyentes en 1822. Y si esto sucedía con el clero secular, privilegiado en altos empleos rentados y que eran provenientes de aristocráticas familias, cómo no había de infiltrarse en el espíritu de las comunidades religiosas, de origen mo– desto. Así tenemos que en los conventos de Lima existían grandes focos de insurrección. Así vemos que en cada orden monástica hay una figura, por lo menos, de digna recordación. En los mercedarios tenemos al céle– bre Fray Cipriano Gerónimo Calatayud, redactor del "Mercurio Peruano" desde 1791; entre los agustinos sobresalía el insigne teólogo Saldia, patrio– ta decidido aunque alejado del movimiento público; y en la orden de San– to Domingo, destaca el padre Cea, comendador de Lacunza y sectario de su doctrina; entre los franciscanos sobresale el padre Montenegro quien salvó al Perú de una catástrofe, quemando secretamente en su celda la co– rrespondencia de San Martín con los patriotas de Lima, cuando descubrie– ra la conspiración de Riva Agüero en 1819. En términos generales el clero regular en masa estaba imbuído del espíritu revolucionario. El día del desembarco de San Martín en Paracas, se relata una pomposa ceremonia en que las comunidades salían en gru-

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