La acción patriótica del pueblo en la emancipación: guerrillas y montoneras
618 ELLA DUNBAR TEMPLE yo unico delito era persivir los gritos de la naturaleza seguid con ojos atentos esas mansas obejas desde el momento en que unos viles opre– sores las arrancan con violencia de lo interior de su retiro, del seno de sus familias, las arrastran ignominiosamente á los calabosos, y desde los calabosos al pie de un Tribunal eccecrable, ó mas bien a una caberna, en donde unos tigres, y panteras disfrasados en Jueses las cargan de oprobios, vomitan contra su inosencia las mas absurdas ca– lumnias, provocan contra ellos las maldiciones y clamores de una gavilla de antropófagos. que les rodean y despues de un fantasma de proceso insultante y burlesco, las embian á una camisería que no tiene ejem– plar en la Historia de las Naciones. Para que nada falte á la amargura del Caliz, se trata á los hijos de Dios como malvados é impíos: Se les conduce al suplicio, en medio de una turba llena de furor, cuyas mira– das lansan la muerte, sus gritos piden sangre, y no saciada la tirania llega á envidiar á los ;.• instrumentos del castigo su fatal oficio. En medio de tan deshecha borrasca a donde quiera que vuelvan los ojos encuentran bestias feroses y no oyen mas que aullidos. En este aban– dono de la naturalesa á nadie reserban esos monstruos de la especie humana: no á los ancianos que troncos casi secos apenas vejetaban, con sus afilados sables, cortan los preciosos estambres de sus vidas: no á los parbulos. de los que nada podian temer, ni menos esperar su codi– cia segaban como tiernos bastagos sus inocentes cuellos. ¿Pero como es posible referir mas de lo mucho que paso en silencio. sin que se estremesca la humanidad, y la Religion? ¡O Religion Santa! ¿Donde estás? ¿Cómo á tu presencia se co– meten tan horrendos sacrilejios con esos vasos de honor consagrados por tus santos oleos y palabras? Sin duda te has retirado á los cielos. y corriendo las cortinas de sus densas y llorosas nubes. has manifesta– do tu gran sentimiento y ocultando tu semblante. por no mirar tantos horrores y crueldades. que tú condenas separando de tu comunion a tan sedientos antropófagos. Tu gran Ministro Ambrocio fulminó el mas terrible anatema sobre la cabeza de Teodosio por haber decretado la matanza de Tesalonica. ¿Y solo en el Perú quedaran impunes tantos crí– menes y agreciones contra la Religion y humanidad? ¡Los mas sangui– narios Herejes no causaron / . tantos estrágos con su fanatismo! ¡Hay! Los Templos de la alianza arrasados á violencia de un fuego deborador. las piedras del Santuario arrojadas por las calles y plazas: llenos de yerba los atrios. y lo que es peor ¡Estremeceos cielos! ¡Desplomaos co– lumnas del firmamento! El Dios de las alturas que sostiene la inmensa mole del globo, y conmuebe las sombrías selvas del desierto, és concul– cado por animales inmundos en Huaillay, Paseo, y Yauli. ¿Y las cos– tumbres? No vieron tanta vejacion los dias de Noé. La disiplina tris-
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