La acción patriótica del pueblo en la emancipación: guerrillas y montoneras

GUERRILLAS Y MONTONERAS PATRIOTAS 619 temente abatida, la santidad de la Ley comvatida. despreciado el culto del Señor, manchados los sábados. y la virtud perseguida. Parece que para obscurecer la hermosura de la hija de Sion habia bomitado el in– fierno sus mas negros humos. ¡Iglesia Santa! ¿No fué esta tu cituacion cuando llorabas los asesinatos cometidos en las personas de tus sagra– dos Ministros? Junin, Jauja y Huarpa. sollosan sobre los cadáveres des– hechos á valasos de los Sernas. Rivéras, y Relijiosos Franciscanos, sin que la sangre de la victima que corria por sus manos los redimiera de tal barbarie . Involuntariamente me arrebata el espíritu á la quebrada de lscochaca: U na luz agonisante me descubre. ¡Hay de mi. que no habia presajiado el golpe del cuchillo que yere mi corazon! ¿Pues que ha sucedido me preguntareis? Alli veo el espectaculo mas funesto y /.• lastimoso que se ha presentado jamas a la compasion. ¡Tanta miseria sin alivio! ¡U na victima sin aucilio para su pobresita alma! No, no puede escucharse mas tan triste narracion. Con tanta violencia la prosigo: mi imajinacion se horrorisa al ver al infeliz Ledesma humillado á los pies de un verdugo sacrílego. implorando por la sangre que virtio Jesucristo en el Calvario. tiem– po para vever las aguas de la reconsiliacion, pero aquel Caribe mas du– ro que el bronce profanando con su lengua pestífera el nombre que ha– bia invocado el Ministro de paz enristra la espada, y atraviesa de par– te á parte al unjido de Dios: descarga nuebos golpes. le arrastra por todas partes como un trapo inmundo ó tiesto despreciable. sin haber quien oculte su pudor. ni conforte sus miembros con la Uncion Santa para la carrera de la eternidad. le arroja á las aguas. ¡Que dolor. que inhumanidad! Apartate. desvíate de mi cuadro terrible, que reuniendo en ti los rayos del dolor reflejas en mi espíritu: no puede sufrirle roa& mi vista: Eres demaciadamente horroroso para que yo buelva á mirarte otra vez: las héses de mi corazon se rebotan, y agolpandose á mis ojos les inundan de ardiente y rojas lagrimas. me embargan la lengua ya no puedo articularla. ¡O Dios Altísimo esclamaré yo ahora atónito! ¿Que mano pre– vendrá tablas para tantos miserables naufragios? / . ¿Quien será la paloma que anuncie serenidad en tan gran dilubio? ¿Quien señores? Ya lo he dicho. Simón es el macabeo de nuestro siglo que ha resivido del cielo tal comicion. Consolaos hombres oprimidos: enjugad vuestros so– llosos. Unas !ejiones cuya ecsistencia ignorais vuelvan á socorrernos. Su valor cual llubia favorable hará que á vuestros dias de tristeza suce– dan otros de consuelo: saldreis de vuestra esclavitud y sereis resti– tuidos á vuestros derechos. ¿Visteis alguna vez una despreciable nubes1lla que al lebantarse del suelo apenas da otra idea de si misma que la de un lijero vapor que

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