La acción patriótica del pueblo en la emancipación: guerrillas y montoneras

620 ELLA DUNBAR TEMPLE sale de la tierra pero que ajitada despues de los vientos se v iste de pardas sombras, obscurece todo el orisonte, y engruesando sus halitos. ya rompe en horrorosos truenos, ya hace estremecer á las jentes con sus relampagos, y ya inunda la tierra con sus aguas? P ues á este modo el Ejercito Libertador despues de tantos contrastes, se engruesa ma– ravillosamente con los prodigios de actividad que obra el Dictador de la Republica, y bajo sus auspicios penetra elevados montes. cuyas sen– das presentan á cada paso un precipicio: estrechas cordilleras cubier– tas de niebe que embargan el paso á los mas robustos jumentos: aridos desiertos /." espesos bosques y llanuras incultas para dejarse ver de estos cautibos que lo esperan deshechos en lagrimas y jemidos. En efec– to pisan algunos de nuestros (Entre renglones: Angeles) Tutelares tra– yendo en sus alas la redencion el primer teatro en que recojeran do– rados laureles que adornaran sus cienes . Un nuebo espiritu anima sus miembros. ¡Quantas enhorabuenas, cuantas felicitaciones, que efusiones tan sinceras de union, y cordialidad respiraban aquellos nobles pechos! El nombre solo de la libertad de sus hermanos recrea sus sentidos dulcifica sus labios y hace resonar á sus oídos un consierto suave y armonioso. Ol– vidados de su ecsistencia prorrumpen en estas palabras. " ¡Oh! Yá llegó el anciado día en que vamos á fijar una Independencia racional y justa". Pero el despotismo que envanecido con el dilatado numero de victorias, usurpaba a la deidad el sublime atributo de la Omnipotencia, intenta agregar á sus ensangrentados trofeos la lastimosa destruccion de los fuertes de Israel. La !irania confiando en el aparato de sus ar– mas "destruyamos", dice, á los deviles, y divididos sus despojos se hartaran nuestras falanjes de su muerte . Y cual si una horrenda nube se desplomará sobre aquel citio rasgandose en espantosos terremotos y truenos, asi fue el estruendo y la esplocion de la caballería que en carga serrada / . imbade nuestras columnas, transformando al instante aquel hermoso suelo en sangre, y lamentos, y repitiendo sus esfuersos aquellos furiosos leones, cuyas primeras ventajas les prometían el triun– fo. se acresentó hasta el estremo la jeneral consternacion . ¡Hay cielos! ¿Quedaremos sumerjidos en una perdurable servidumbre? ¿Se marcha– rán para siempre nuestros fiestos? Afuera temores vanos, afuera. El Dios de las Batallas inmortaliza los brazos de nuestros fortísimos á cuyos irresistibles golpes se desorganisan las lineas enemigas, se tur– ban los gefes, desmayan los robustos, y se rinden temblando . Todo es confucion, grita y lamentosa voceria del innumerable jentio puesto en escape, llantos. ayes, y gemidos de las espirantes victimas resue– nan en el campo, y los ojos mas perspicaces no pueden descubrir ecsac– tamente la multitud de cadáveres amontonados en su superficie, cual

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