La campaña de Junín y Ayacucho
124 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA Lima, es decir, aquello que precisamente rechazaba su jefe. Los arreglos fueron desde lugeo desaprobados por Riva Agüero, dando como resultado un distanciamiento de éste con La Fuente. Riva Agüero no permaneció inactivo. Había aceptado y pro– seguido negociaciones con Bolívar sólo como medio de ganar tiem– po, pues confiaba en que Santa Cruz abandonaría el territorio del Sur para acudir a sus insistentes llamadas, sin importarle nada el sesgo que, como consecuencia, pudiesen tomar las operaciones militares en esa región (86). Con el mismo fin entablaba negociaciones con el Virrey, apro– vechando la insinuación hecha por Rivadavia, jefe del gobierno de Buenos Aires, para que el Perú se adhiriese a las bases de la Con– vención celebrada con los representantes de España, la que entra– ñaba una suspensión de hostilidades por 18 meses. Tales negocia– ciones debían ser iniciadas por Santa Cruz, con lo que Riva Agüe– ro creía que al ser aceptadas por La Serna, podía disponer del Ejér– cito del Sur para emplearlo en el desarrollo de sus planes políticos. Pero, sin esperar el resultado de estas negociaciones empren– dió otras por cuenta propia y a espaldas del Senado de Trujillo; estos nuevos acuerdos fueron planteados bajo bases tan inusitadas que al tener éxito habrían destruido los ideales e intereses de la emancipación nacional. En efecto, el 8 de setiembre envió cerca de los realistas al coronel Silva para que entablase negociaciones (86) Riva Agüero envió en junio al coronel Salvador Soyer para que informara a Santa Cruz sobre los sucesos y asegurarse la adhesión de este general. A raíz de la junta de guerra que se reunió el 2 de agosto, en Trujillo, hizo marchar al Sur al coronel José Luis Orbegoso portando una orden e instrucciones especiales que llamaban a Santa Rosa y a la escuadra. El 15 de octubre, posiblemente cuando ignoraba todavía el desastre del ejército enviando a Intermedios, despachó un tercer emisario ( don Vicente Castañeda) reiterándole con vehemencia la orden para que se reembarca– ra con rumbo a Trujillo. "Si en repetidas ocasiones y por diferentes conductos he dicho a US. -escribía a Santa Cruz el Ministro de Guerra, General Herrera- que era de necesidad que ese ejército del sur se reembarcase y que con toda la es– cuadra se reuniese a éste del norte, hoy diré de nuevo a US. que no sólo es de extrema necesidad adoptar esta medida sino que es la única en que pue– )de estribarse la salvación del Per ú; la única que puede libertarlo de los horrorosos males que de tan de cerca lo amenazan y sin la cual va US. se– guramente a sufrir el dolor de perder su país, y de verlo esclavizado, y qui– zá para siempre . ..". Paz Soldán, op. cit., T. 2; p. 133.
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