La campaña de Junín y Ayacucho

134 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA hacia notar sus desmanes en la administración militar; el mismo sentimiento tenía para con los otros generales de origen español, quienes no ocultaban el poco o ningún aprecio que les merecían to– dos los criollos con grados elevados en el ejército realista. El deseo de independizar el Alto Perú de la autoridad del Virrey, para su– plantarlo en este territorio con igual título, era efectivo en Olañeta. El paso inícial lo dio en diciembre de 1823. Con el pretexto de proteger la frontera argentina, cuando en realidad no había ningu– na amenaza en ella, cambió las guarniciones de algunos puntos, desguarneció el fuerte de Oruro y se dirigió con la mayor parte de sus tropas hacia Potosí, dando cuenta a La Serna solamente des– pués de haber comenzado la ejecución de esas medidas. El Virrey, que ya sospechaba las pretensiones de Olañeta y se hallaba al tanto de sus maquinaciones, le manifestó su extrañeza por esa medida injustificada y que se hallaba fuera de sus facul– tades, terminando por señalar nuevas guarniciones para las tropas que habían sido llevadas a Potosi; al mismo tiempo, en previsión de que Olañeta no cumpliera estas órdenes, comunicó directamen– te a los jefes de cuerpo los nuevos destinos acordados a sus unida– des. No se engañó el Virrey en sus temores, pues Olañeta hizo ca– so omiso de sus órdenes, pero los comandantes de unidades acor– daron proceder por sí mismos en armonía con las instrucciones recibidas directamente del Virrey. Se produjo entonces un primer conflicto, cuya conclusión fue que el general La Hera, comandante general de la provincia de Potosí y a quien Olañeta había ya inten– tado veladamente ganar a su causa, se vio forzado a encerrarse con una pocas tropas en la Casa de Moneda de la ciudad, donde fue atacado y dominado por las fuerzas que obedecían a Olañeta. No obstante que este acto era muestra tangible de la rebeldía de Olañeta, éste pretendió continuar engañando al Virrey y explicó a su modo la actitud que había tomado contra La Hera. El Virrey a pesar de estar completamente convencido de las intenciones de su teniente, no quiso modificar todavía el tempera– mnto sagaz que hasta entonces había observado, limitándose a exi– girle que declarara si reconocía o no su autoridad; y disponiendo que en el primer caso se constituyera en el Cuzco con La Hera, a fin de que ambos explicaran su conducta.

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