La campaña de Junín y Ayacucho

CAMPAÑAS DE JUNÍN Y AYACUCHO 1824 139 gregaciones religiosas a poner a disposición del Estado la plata la– brada de los templos, y dispuso de los diezmos del obispado de Lima; además, embargó los bienes de todos aquellos que habían vuelto a tomar servicio en el partido realista y, por último, impuso contribuciones forzosas. Para la administración de todas estas rentas creó un organis– mo especial, con la denominación de Contaduría Mayor. Las órde– nes del Libertador para la recaudación de rentas y acopio de recur• sos eran severas y los encargados de cumplirlas tenían facultad pa– ra proceder sin miramientos. Muchas de las medidas dictadas pe– caban de dureza y originaban clamorosas protestas, pero, no por esto eran modificadas; la difícil situación del momento y sobre to– do las necesidades de la guerra, a juicio del Libertador, autoriza– ban los actos más arbitrarios. "Necesitamos hacernos sordos al clamor de todo el mundo -escribíale a Sucre el 8 de febrero– porque la guerra se ali;menta del despotismo y no se hace por el amor de Dios. Muestre usted un carácter terrible, inexorable". Esta labor perseverante y enérgica tuvo resultados fecundos. Hubo orden y moralidad en la administración, los cargos públicos fueron desempeñados por el personal estrictamente indispensable, el Erario comenzó a disponer de rentas regulares y el ejército pudo ser atendido en sus pagos y necesidades primordiales, como no ha– bía sucedido desde los primeros tiempos de San Martín. En el orden militar, la actividad organizadora que desplegó Bo– lívar fue asombrosa. Las atenciones que dedicará a remediar la caótica situación que encontró a su llegada, complicada después por los sucesos del mes febrero, no obstaron para que resolviera to– dos los problemas referentes a la guerra y a la preparación de .la campaña. Es sabido que a excepción de los cuerpos veteranos y aguerri– dos de Colombia, las tropas que constituía el ejército patriota te– nían poco valor militar. La influencia perturbadora de la política, la penuria de recursos, el ambiente creado por el desastre entre las tropas que participaron en la campaña del Alto Perú y la mo– licie en que se habían mantenido las tropas del Ejército del Cen– tro, que no salieron a campaña, habían destruido la moral y disci– plina. Formar un conjunto eficiente de esas fuerzas, satisfacer sus necesidades y dotarla de los medios indispensables para estar en condiciones de abrir campaña, debió ser la preocupación primor-

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