La campaña de Junín y Ayacucho
2 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA vedad estaba hacia el Virreinato del Perú, no dejó jamás prosperar esos movimientos, ni que tomasen . cuerpo las actividades de los patriotas. "El gobierno de Lima -es así com( expresaba San Martín- ha hecho derramar a torrentes la sangre de los peruanos para sofocar el espíritu de Independencia" ( 2). El mismo San Martín, por último, había recibido constantes insinuaciones de los peruanos para que viniese en auxilio de la Independencia. El co– mité que en Lima centralizaba la propaganda, llegó al extremo de enviarle un proyecto para el transporte de un cuerpo de 5 a 6 mil hombres y su desembarco por las costas de Pisco y Chancay a la vez. San Martín, desde que llega al país, encuentra, pues, en los peruanos la cooperación y apoyo moral, económico y militar que desea y necesita; tanto que a los cuatro meses y medio de su de– sembarco se han sustraído de la autoridad del Virrey y proclama– do la independencia, las provincias de Trujillo, Guayaquil, Tarma, Huamanga y parte de la de Lima; ha reforzado sus filas con nu– merosos contingentes de voluntarios o pasados de los realistas (3), y dispone de cuerpos de guerrilleros o partidarios que se han crea– do :ror sí solos, los cuales prestan eficaz ayuda, obstruyendo las comunicaciones de Lima con la Sierra y privándola de recursos; y finalmente, cuenta con la acción que despliega en la capital - en cuya población figuran 10 mil españoles- un grupo de peruanos, enviándole auxilios en dinero, suministrándole informes sobre las fuerzas realistas y propagando, por todos los medios, la causa de la emancipación. Robustecidos los efectivos de su Ejército, siendo dueño del mar, con suficiente disposición de recursos y teniendo a su favor gran parte de la opinión, San Martín pudo indudablemente conce– bir y desarrollar una estrategia que hubiera tenido por fin princi– pal buscar y batir al Ejército realista, aprovechando por lo menos ,as diversas situaciones favorables que se le presentaron; como, por ejemplo, cuando el enemigo dormitaba en Aznapuquio, consu– mido por las enfermedades y minada la autoridad del Virrey Pe– zuela por la conspiración de sus generales ; luego cuando abando– na la capital, ya bajo las órdenes de La Serna, batiéndolo sucesiva– mente a su llegada a ia Sierra, conforme solicitaba Arenales desde (2) Manifiesto de San Martín.- Doc. Hist. Odriozola, tomo 4, pag. 91. (3) Según el general Valdez, durante este tiempo San Martín había aumentado sus efectivos hasta tener 11,180 hombres. Guerra Separatista, tom. 2, pag. 31.
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