La campaña de Junín y Ayacucho

CAMPAÑAS DE JUNÍN Y AYACUCHO 1824 159 Tal situación no podía dejar de ser explotada. Suárez, hacien– do acto de iniciativa, o aceptando la insinuación que al respecto le hizo su ayudante el mayor Rázuri, se lanzó como una tromba con– tra los escuadrones realistas que en el fragor del combate y perse– cución, habían perdido el orden. Este brusco ataque, producido sobre la retaguardia de los vic– toriosos jinetes enemigos, paralizó momentáneamente su acción y cambió en un instante la situación, permitiendo que los escuadro– nes patriotas volvieran caras y acuchillaran y dispersaran a sus perseguidores de momentos antes. La oportuna y enérgica intervención del escuadrón peruano de húsares, había transformado la derrota en victoria. El combate duró apenas 45 minutos y sólo se empleó el arma blanca. Los patriotas tuvieron 45 muertos y cerca de 100 heridos; para los realistas las pérdidas fueron mayores : 2 jefes, 2 oficiales y 248 individuos de tropa, entre muertos y heridos y 80 prisione– ros ; el botín de los patriotas consistió en 400 caballos ensillados y gran cantidad de armas. De los 1300 hombres, aproximadamente, que del lado realista habían tomado parte en el combate, Canterac perdió casi las dos terceras partes, contando a los dispersos, lo que en buena cuenta significaba la desaparición de su caballería. El combate de Junín, por esto, tiene importancia trascenden– tal en orden al desarrollo de la campaña. A la pérdida material que sufren los realistas, se unen las consecuencias morales que aquélla produce, que por un lado abaten a las armas realistas y a los partidarios de su causa y por otro llevan la fe y entusiasmo a los defensores de la idea de libertad. Desde el punto de vista táctico, la acción de Junín pone en evi– dencia, ante todo, el valor de una iniciativa aplicada con oportuni– dad y decisión firme. Si Suárez ·se mantiene impasible esperando órdenes que nunca hubieran llegado lo que no debe hacer jamás un jefe de caballería, dada la rapidez con que se precipitaban los acontecimientos en el Arma, los realistas habrían acabado en po– cos momentos más con el último jinete patriota. A Canterac le han criticado acerbamente sus contemporáneos y los mismos testigos presenciales, el hecho de que partiese a la

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