La campaña de Junín y Ayacucho

182 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA La primera es que el enemigo esté fijado en el campo estraté– gico por fuerzas colocadas delante de él, que tienen por misión ofrecerle un cebo mientras que la operación se ejecuta. Citamos el acordonamiento de Ulma como caso tipo : durante esta operación la caballería de Murat atrajo la atención de Mach hacia el Oeste, en tanto que los cuerpos de ejército franceses describían un arco de círculo por el Norte y después por el Este de la plaza de Ulma. En la campaña de Ayacucho no se llenó esta condición esencial ; la operación se realizó como una simple provocación de batalla con los frentes invertidos, tal como la planteaban los generales del si– glo XVIII; pero, se debe tener en cuenta que estos últimos manio– braban al frente del adversario y de posición en posición para efec– tuar el envolvimiento, y que no elegían una dirección general de ofensiva como lo hizo el Virrey, para maniobrar a largo radio. Por otra parte a los generales patriotas y realistas, y especialmen– te a los que en esta oportunidad servían al Rey, no se les puede imputar que ignoraran la clásica maniobra napoleónica, puesto que habían guerreado en Europa contra las tropas francesas su– friendo las consecuencias de esos métodos, que aprendieron algu– nos de ellos vertiendo su propia sangre en los campos europeos. La segunda condición que debe buscarse para que la manio– bra sobre la espalda surta sus efectos, obligando al enemigo a una batalla decisiva, es colocarse en una situación tal que quite a éste todo recurso de vida y le haga perder toda esperanza de salva– ción. Es cierto que la presencia del enemigo sobre las líneas de co– municaciones desmoraliza a toda tropa, sin embargo, esta conmo– ción moral no es tan explotable en el campo estratégico como en el campo táctico, donde tiene efectos más sensibles: cuando en Cas– tiglione aparece Fiorella sobre la espalda del dispositivo de bata– lla austriaco, la desmoralización y pánico es tal que se puede afir– mar que sólo esa tropa fue la que dio la victoria. En cambio, en el campo estratégico, un general tendrá siempre una forma de salir del cerco, aunque ésta sea el ataque; dispondrá, asimismo, de los elementos necesarios para subsistir antes de que la presen– cia del enemigo se torne amenazadora: en Marengo, por ejemplo, a pesar de que el Primer Cónsul se hallaba a la espalda de Melas, éste tratando de abrirse pasaje, tuvo tiempo para reunir sus ele– mentos y presentar una batalla en la que poco faltó para que re– sultara vencedor. Es claro que quien se halla en las angustiosas condiciones en que se encontraba Melas, está seguro de que, por pequeño que sea el fracaso que sufran sus tropas, éste revestirá el carácter decisivo de las grandes batallas, sobre todo si se tiene

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