La campaña de Junín y Ayacucho

CAMPAÑAS DE JUNÍN Y AYACUCHO 1824 7 La Junta venía a ser en realidad un simple órgano que actua– ba por delegación y sin poderes efectivos, debiendo cumplir las órdenes del Congreso y consultando sus decisiones, pero en cam– bio asumiendo la responsabilidad de todos los actos gubernativos. Una entidad semejante que obraba por mano ajena, sin ser dueña de sus deliberaciones y sin medios reales de mando, pero con res– ponsabilidad, no podía ser en esos momentos graves la más capa– citada para encauzar con energía, firmeza y decisión los asuntos públicos, particularmente los concerníentes a la dirección de la guerra. De otra parte, la circunstancia que dos de sus miembros, La Mar y Alvarado, fueran extranjeros, mientras que el Conde de Vista Florida, único peruano, no tenía en su favor ningún servicio a la causa de la emancipación, hacía que la opinión pública la mi– rase con poca simpatía. Y no era esta cuestión que se pudiese de– jar de lado, porque en una guerra del carácter como la que soste– nía el Perú, pretendiendo abatir una dominación de más de tres siglos y con ella transformar principios e ideas esparcidas por obra de ese dilatado tiempo, cuando no destruir intereses arraiga– dos, el concepto público y su confianza significaba al gobierno contar con las fuerzas más sólidas para el apoyo de su política y para crear o fomentar una mentalidad de guerra, aprovechando precisamente el afán de nacionalismo que se iba despertando en la mayoría de los habitantes. Huérfana de opinión, sin medios efectivos para desplegar una acción vigorosa y tampoco sin la capacidad para procurárselos ; sujeta a los vaivenes y pasiones políticas del Congreso, el cual, por otra parte, tan pronto descansa en la Junta para resolver asuntos graves, como le restringe sus facultades; inexperta en el arte de gobernar y sin la energía necesaria para mantener bajo su autori– dad al jefe de las tropas auxiliares colombianas quien, por la acti– tud que asume, trastorna seriamente el plan de operaciones de la campaña; la Junta desenvuelve su acción gubernamental en una atmósfera erizada de dificultades y que no puede o no sabe vencer, acabando por dominarla la apatía. Es así como labra muy pronto su ruina, dando margen a la conspiración e intervención del ejér– cito para arrojarla del poder, y lo que es peor, la ruina de la cam– paña cuya preparación final y dirección le ha tocado desempeñar. Tal es, pues, el cuadro de la situación política bajo la cual tie– ne lugar la campaña de 1822-23.

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