La campaña de Junín y Ayacucho

196 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA Era necesario también, conquistar de antemano una zona de seguridad, más profunda y sólidamente organizada, que permitie– ra la desembocadura y formación en el llano de todos los cuerpos. El empeño por escalones sucesivos de la División Villalobos, per– mitió que los independientes progresaran en forma imprevista pa– ra ellos mismos, logrando capturar la artillería e invadir la zona de reunión de la caballería que, fuerte de trece escuadrones, sólo llegó a emplear cuatro en la izquierda realista. Las disposiciones del Virrey sólo contemplaban las posibilida– des de su propio ataque, sin preocuparse debidamente de la pre– sencia del enemigo con cuya oposición a los movimientos prelimi– nares parece que no contaba, puesto que descuidó las medidas de seguridad necesarias. La simple indicación, hecha a la primera lí– nea, de que existía una segunda, hubiera detenido a los dispersos aunque fuera momentáneamente. Si es verdad que la capitulación de un ejército en el campo de batalla echa un baldón sobre el que la pide; se debe reconocer que en Ayacucho ya no contaban los rendidos con fuerza alguna. Cuan– do los generales del Rey aceptaron las propuestas de Sucre, ya su ejército, formado por el reclutamiento forzoso de indígenas, care– cía de elementos materiales para sostener la causa que tan brillan– temente supieron defender durante largos años.

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