La campaña de Junín y Ayacucho
14 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA la camaradería y mataba el espíritu de cuerpo que es la base de la fuerza moral de un ejército. Los argentinos, por ejemplo, atenién– dose a que ellos hicieron flamear la bandera de la libertad en Cha– cabuco y Maypú, querían hacer sentir a los chilenos el peso de su superioridad; los chilenos por su parte, que muy poco o nada ha– bían hecho, pretendían igual cosa cerca de los peruanos, quienes soportaban así el aire orgulloso de unos y otros auxiliares. Tal cosa producía, pues, desconfianzas y rozamientos no sólo en el cuerpo de oficiales sino también en el seno de las tropas ; ve– remos después sus funestas consecuencias. Hubo además, otra circunstancia excesivamente grave que contribuyó mucho al quebrantamiento de la disciplina, porque po– nía en transparencia la debilidad y falta de energía del gobierno; y que a su vez trastornó el plan de campaña y de consiguiente la campaña misma. Fue ésta la actitud asumida por el general Juan Paz del Castillo, comandante de las tropas auxiliares colombianas, y a la que nos hemos referido anteriormente. Cuando se notificó a este general que debía participar en la operación proyectada a Intermedios, poniendo a disposición de Alvarado parte de sus tro– pas, se negó a acatar la orden alegando primero que sus unidades no estaban en estado de marchar, luego que tenía órdenes del Li– bertador para no destacar ninguna unidad sino obrar con toda su división reunida y por último, que sus tropas carecían de vestuario y se hallaban impagas, siendo así que éstas habían sido atendidas con preferencia a los otros cuerpos auxiliares, habiendo recibido en tres meses la suma de 139,879 pesos por diversos conceptos (9), lo que significaba un esfuerzo excesivo para el exhausto erario pe– ruano. Finalmente, cuando se le pidió su cooperación para formar parte del Ejército del Centro, cuyo comando ejercía el general Arenales, alegó que tenía instrucciones para actuar únicamente bajo las órdenes de un general peruano, lo que equivalía a negar su participación, puesto que por tal época no existía ningún gene– ral de esta nacionalidad. En conclusión, las tropas colombianas, por causa de su jefe, no sólo hicieron fracasar el plan general de operaciones, sino que con su actitud francamente hostil causaron dificultades primero a San Martín y luego a la Junta Gubernativa, contribuyendo a per– turbar y trastornar la moral del resto del Ejército. (9) Paz Soldán, ob. cit. tom. 2, pág. 50.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx