La campaña de Junín y Ayacucho

16 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA En el Alto Perú el ejército de Olañeta dominaba completa– mente este territorio, disponiendo por lo tanto de mayores recur– sos; y lejos del enemigo, como estaba, vivía sin grandes preocu– paciones militares, pero quizás por la misma causa las tropas eran menos aguerridas que las que ocupaban el bajo Perú. La organización era más o menos análoga a la que subsistía en el ejército patriota. Las unidades estaban agrupadas en divi– siones, pero al tratarse de la ejecución de una operación se organi– zaban agrupamientos especiales con tropas de todas las armas ba– jo el nombre de ejércitos. El fusil de que estaba armada la infantería era del mismo mo– delo que el de los patriotas. La artillería disponía en cambio de mayor número de piezas. La caballería estaba armada de carabi– na y sable, y en menor número, de lanzas. Las unidades estaban formadas en su mayor parte por solda– dos españoles e individuos del país; en el Alto Perú habían mu– chos cuerpos constituidos íntegramente por contingentes del país, pero siempre encuadrados por españoles. De un modo general la instrucción era buena y estaba exten– dida la práctica de la vida de campaña. Pero, en lo que respecta a la lealtad de estas tropas, sus generales estaban obligados a man– tenerse ojo avisor, porque comprendían que las ideas de indepen– dencia se hallaban muy arraigadas entre los criollos o naturales del país que formaban en sus filas, quienes esperaban tan sólo oca– siones propicias para tomar servicio en las filas patriotas. La marcha de Canterac del Callao a la Sierra por el valle de Chillón, en setiembre de 1821, después de haber ocupado por pocos días la fortaleza, ofrece al respecto el ejemplo más saltante. En esta ocasión "más de 30 oficiales y 500 soldados" ( 11 ) abandonaron las filas realistas para ir a servir en su mayor parte en el Ejército pa– triota. En el ejército de Olañeta, asimismo, se habían producido repetidos conatos de sedición, pero, como otros, fueron pronta– mente ahogados en sangre. A mediados de 1822 los realistas dominaban el territorio for– mado hoy por los departamentos de Junin, parte de Ica, Huanca– velica, Huamanga, Cuzco, Arequipa, Tacna, Puno y todo el Alto Perú, desde el Desaguadero hasta la frontera de Salta. (11) Parte de Canterac, cit. Garcia Camba. Memorias; tom. 1, pág. 563.

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