La campaña de Junín y Ayacucho

18 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA 29-El Ejército del Centro, de composición más o menos igual al anterior, partiendo de Lima marcharía al valle del Mantaro pa– ra oponerse a las tropas realistas de esta dirección (Canterac), impidiendo que pudieran reforzar a los agrupamientos del Sur, y en todo caso cubriendo desde esa región la Capital; 39-Finalmente, un cuerpo argentino penetraría al Alto-Perú por la frontera de Salta, llamando la atención del enemigo por es– ta dirección. El coronel Lanza, que incursionaba en el Alto Perú con un grupo de guerrilleros, apoyaría la acción de este cuerpo Y lo enlazaría en cierto modo con el Ejército del Sur procedente del Perú. Para la realización de este vasto plan, cuyo teatro abarcaba las dos terceras partes del territorio del Virreinato, San Martín contaba naturalmente con el concurso de Colombia y Chile, que reforzaría a las fuerzas patriotas, y con el de las Provincias Unidas del Plata que concurrirían con el cuerpo auxiliar a que se ha he– cho referencia. Es así como envía a Chile a don José Cavero y Salazar, en ca– lidad de Ministro, y al teniente coronel Antonio Gutiérrez de la Fuente como comisionado especial a la Argentina, mientras pide a Colombia el envío de una división y él mismo busca al Liberta– dor para obrar de acuerdo. Pero sus propósitos quedaron pronto desvanecidos. Chile, en efecto, pretextando su pobreza, no se com– promete a nada ; las Provincias del Plata dan simples esperanzas y sólo Colombia manda una pequeña división, si bien es cierto en reciprocidad a la división peruana Santa Cruz que San Martín le remitió el año anterior para la campaña del Ecuador. Unicamente San Martín y Bolívar, los dos pro hombres de la revolución americana, habían comprendido que la decisión de la guerra estaba en el territorio del Perú. Para ellos no significaba el fin de la lucha las esplendorosas victorias que en Chile y Nueva Granada habían acabado con la dominación española. Para ellos el objetivo final era el Perú: Maipú o Pichincha no constituian sino objetivos intermedios. El Libertador que continuaba siendo el árbitro en los países libertados con su es– pada, no abandona por felicidad esta idea, solamente que él mis– mo, con la confianza y la fuerza que le da su genio, quiere llevar a término la obra de la emancipación absoluta, sin partir su gloria con nadie y mucho menos permitir que otro se la arrebate. De ahí su actitud, egoísta si se quiere, que primero elimina a San Martín

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