La campaña de Junín y Ayacucho

CAMPAÑAS DE JUNÍN Y AYACUCHO 1824 19 en la célebre entrevista de Guayaquil, y que luego auxilia al Perú en forma aparente antes que efectiva, lo que con razón crea recelos entre los peruanos, manifestándose con toda decisión únicamente desde el momento en que es llamado al país para asumir la direc– ción de la guerra y es investido de poderes dictatoriales. Pero al Sur del Perú no se comprendía el problema de la gue– rra en la misma forma. Chile, sobre todo, en cuyo territorio (Chi– loé) los españoles mantenían todavía un pie, creía que con los au– xilios proporcionados a San Martín para equipar la Expedición Libertadora -cuyos gastos son cobrados al Perú- había termi– nado su participación en la obra final de la emancipación. De aquí, pues, que se mirase con indiferencia la solicitud de San Martín para el envío de auxilios. Pero antes de continuar adelante examinemos el plan del Pro– tector. San Martín proyectaba batir separadamente por lo menos a dos de los agrupamientos realistas, aprovechando la gran dis– tancia que mediaba entre unos y otros ; pero para esto se coloca en la misma situación que el advesario, dividiendo sus fuerzas en dos fracciones iguales que harían frente a los respectivos agrupa– mientos enemigos. Sin la menor posibilidad de que estas fraccio– nes pudieran reunirse para combinar sus esfuerzos, por los gran– des espacios que han de separarlas, están expuestas, a su vez, a ser batidas aisladamente. San Martín, en este plan, no tiene más que una ventaja, cual es la superioridad marítima que le permite elegir libremente el puerto de desembarco para la fracción destinada a operar en el Sur del territorio. Pero esta ventaja es más aparente que real, porque después las tropas que la componen se verán obli– gadas a internarse de la Costa a la Sierra, efectuando marchas lar– gas y penosas, luchando con las dificultades de las comunicacio– nes en las regiones abruptas de la Sierra, o con la falta de recursos en las mesetas desoladas de la puna, cuando no corriendo el peli– gro de ser detenidas por débiles fuerzas en los desfiladeros que dan acceso a la cordillera. El enemigo con quien tiene que vérselas, en cambio, está ha– bituado a la guerra de montaña y cuenta en sus filas con mucho (12) Los ejércitos realistas que combatían la independencia de Amé– rica, contaban en sus filas gran número de soldados reclutados en el país y encuadrados por clases y oficiales españoles toda vez que la situación de la Península no había permitido el envío de nuevos contigentes para refor– zar o completar los efectivos de los cuerpos venidos de España años atrás.

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