La campaña de Junín y Ayacucho
20 GRAL. EP FELIPE DE LA BARRA elemento indio ( 12 ), el cual no conoce distancias ni siente fati– gas y se halla conducido por generales maniobreros que no sólo explotan esas características, sino que mediante exacciones y me– didas de terror, exigen su concurso a los pueblos que ocupan o por donde pasan. Los accesos a la región de los Andes, verdadera for– taleza, pueden, pues, guardarlos con efectivos mínimos, mientras los gruesos desplazarse en su interior para formar el número en la dirección y en el momento que lo deseen. Estando el enemigo situado en el valle del Mantaro, el más im– portante, por sus efectivos y organización, a la vez que el más pró– ximo, el plan debía haber visado en primer lugar la destrucción de éste, oponiéndole fuerzas mayores; en tanto que una parte mí– nima se habría encargado de llamar la atención por puertos inter– medios, ya para impedir que los agrupamientos del Sur corrieran en socorro del valle del Mantaro, ya para engañar al Virrey sobre la verdadera dirección de la ofensiva, papel más o menos análogo que habría debido tener el cuerpo auxiliar argentino. En resumen, empleo del grueso de las fuerzas contra el agrupamiento enemigo más próximo e importante, es decir el situado en el valle del Man– taro, el cual habría venido a constituir así el teatro principal. Des– truido este agrupamiento, continuaría la ofensiva contra los agru• pamientos del Sur, lo que a su vez permitiría la posesión efecti– va y gradual de todo este territorio. El agrupamiento enemigo del Alto Perú quedaba obligado a rendirse, caso de haber sido una realidad la intervención del cuerpo argentino por la frontera de Salta, y si no era batido ulteriormente en una operación final que partiera de la línea del Desaguadero. Pero no obstante los inconvenientes señalados, si el plan es ejecutado con rapidez y energía, a la vez que en secreto, habría podido dar resultados favorables. Desgraciadamente, estas condi– ciones están lejos de realizarse, debido no sólo a que los prepara– tivos de la campaña son largos y todo el mundo se ocupa en Lima de ellos, sino, principalmente, a que el plan en el momento de su ejecución queda completamente mutilado por la no participación del Ejército del Centro, encargado, como se sabe, de operar contra las tropas de Canterac en el valle del Mantaro, ni del cuerpo ar- Sin detenerse a estudiar el origen y reclutamiento de las tropas realis– tas al comienzo y en el curso de la Revolución, hay historiadores extran– jeros, sin embargo, que gozosos dicen y repiten, al hablar de la guerra de la Independencia del Perú, que las tropas realistas estaban formadas por los mismos peruanos. La insidia que los guía se vuelve contra ellos mismos y proclaman la puerilidad con que escriben la historia.
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