La campaña libertadora de Junín y Ayacucho
24 HUGO PEREYRA PLASENCIA La vestimenta del ejército era por entonces muy deficiente.· Cierta vez, Sucre, hablando de una revista efectuada al batallón Voltíjeros, le escribió al secretario del Libertador: "Se ha encontra– do a Voltíjeros su vestuario muy deteriorado; las casacas apenas resistirán dos meses a lo sumo; no tienen más que una camisa y mal, por plaza; la ropa blanca está tan destruída que los coman– dantes la dieron de baja en el último estado y, en fín, necesitan de ser reparados de todo. La recluta que se hace está completa, pero absolutamente desnuda. Faltan también ollas de rancho, hachuelas, baquetones, subemuelles y hachas y cuchillos para las compañías. Lo mismo que Voltíjeros está Pichincha y debe estar Vencedor" (7). Se sabe que Bolívar tenía una marcada preferencia hacia sus colombianos y no justipreciaba debidamente a los peruanos. Así lo demuestran sus cartas y disposiciones. Ello dió lugar a diferencias de trato, que originaron algunos altercados, como el que hubo entre los Coraceros del Perú y los Húsares de Colombia, en Diciembre del año 23. Los juicios que emitía Bolívar respecto a los peruanos, no siempre eran los adecuados. Aunque ello no es justificable se puede, en cambio, buscar una explicación en el hecho de que sus labores eran sumamente recargadas y muy grandes sus responsabilidades, lo cual daba lugar a que el menor incidente le produjera un arreba– to de ira, que muchas veces desahogaba por escrito. Pero en lo que sí demostró gran injusticia, fue en el trato que dió a nuestros jinetes. El 22 de Diciembre de 1823, desde Trujillo, Bolívar le dijo a Sucre que "había allí un regimiento de caballería peruana muy hermoso, que tenía mil caballos magníficos". Pocas semanas más tarde, su juicio respecto a la caballería peruana cam– bió radicalmente al decirle a O'Leary: "La caballería colombiana es invencible. La realista buena, aunque inferior a la de Colombia y Buenos Aires. La peruana inferior a la realista". Bolívar cometió la arbitrariedad de incorporar aquellos mil caballos de los perua– nos a los escuadrones colombianos, asignando a los jinetes de nues– tro país algunos cientos de caballos costeños, ridículos por su es– tatura y casi inservibles para los parajes serranos. Lejos estaría (7) Rubén Vargas Ugarte, Ob. cit. Cap. XII. Pág. 327.
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